Viajes por Filipinas: De Manila á Marianas

Viajes por Filipinas: De Manila á Marianas
Author: Juan Alvarez Guerra
Pages: 275,054 Pages
Audio Length: 3 hr 49 min
Languages: es

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CAPÍTULO IX.

¡Orza!—De vuelta y vuelta.—Tiempo duro.—Siniestros preparativos.—Falta de crepúsculo—La piel de zapa. —¡El tifón! —Baja de barómetros. —Pobre María Rosario! —Horas de agonía. —Las seis de la tarde del cinco de Agosto. —¡Una pulgada de descenso! —Salida de la luna. —Esperanzas—Fúnebres fechas. —El Malespina—Cuatro días sin comer.

La voz de ¡orza! fué la salutación que recibió mi despertar el día 4.

—Parece que orzamos, ¡eh!—le dije con tono malicioso al Padre
Recoleto, compañero de camarote.

—Toda la noche hemos estado de vuelta y vuelta; la ventolina se cambió en viento duro, y ya le tenemos de mal cuadrante.

La voz del capitán interrumpió la conversación.

¡Lista maniobra virar!¡Levanta muras!¡Cambia en medio!

Estas concisas palabras fueron perfectamente interpretadas por la tripulación, y á nosotros nos pusieron en conocimiento de que navegábamos de vuelta y vuelta.

El tiempo principió á arreciar.

Se pudo hacer observación, y nos situamos á los 12° 39' lat.N., y 139° 38' long.E.del meridiano de Greenwich.

A las dos de la tarde todos los síntomas eran de aproximarse uno de esos terribles fenómenos llamados tifones, propios de los mares de China y del Pacífico en latitudes determinadas.

Mares vivas tendidas y gruesas del Nordeste, vientos duros de aquel cuadrante, intermitencias huracanadas, cielo y horizontes cerrados, barómetros bajos, completa movilidad en la aguja del aneróide; esto agregado al color plomizo de las aguas, á la pesadez de la atmósfera, que por momentos se achicaba cerrándonos los espacios, y á la menuda llovizna que constituyen la garua intertropical, nos pusieron en verdadera alarma, alarma que se justificó con las voces de mando del capitán, que desde el puente gritó: ¡listas todas las guardias! ¡aclarar aparejos! ¡listos gavieros!

Cada uno ocupó su puesto, reinando un momento de silencio.

Después …después nos persuadimos de que el barco se preparaba á recibir un tifón.

Rodaron motones y cuadernas, se sacaron de la bodega cabos y cadenas, se aprestaron aparejos de respeto, se calaron masteleros, se trincaron lanchas y maderas de reserva, se revisaron bombas y escotillas, se apilaron cadenas, se afianzaron las maniobras de serviolas, se clavaron lumbreras, escotilla y escobenes, se guarnieron burdas, se tendieron cabos de cabilla á cabilla, se puso doble cadena al timón, colocando dos rebenques para atar al timonel, y en fin, se tomaron por el entendido capitán cuantas determinaciones surgieron en su imaginación la lucha que presentía habíamos de sostener bien pronto con la furia desencadenada de los elementos.

A la caída de la tarde la María Rosario, desprendida de todas sus galas, presentaba un aspecto sombrío y aterrador.Aquella no era la velera nave que, largo todo su blanco trapo, aprovechando vela y rechinando los guarda-cabos de su bolina, paseaba su ligera quilla por el azulado manto, bordando de encajes de espuma la plateada estela; aquella no era la coqueta de los mares que se balanceaba á los besos de la aurora en las matinales marejadas, hundiendo en las cristalinas ondas sus ligeros tajamares: aquella no era la orgullosa señora de las saladas regiones.La sultana que imponía leyes al adormecido Océano en la caña de su timón, era la humilde esclava del potente monstruo de los mares, que despertaba de su letárgico sueño revolviendo en sus convulsiones inmensas montañas de hirviente espuma, atronando el espacio con sus potentes mugidos.

¡El día cuatro no tuvo crepúsculo!

El paso de la claridad del día á las tinieblas de la noche fué momentáneo.

¡Qué triste es un día sin sol!¡Qué amargura se experimenta al presentir la muerte sin que nos rodeen seres queridos, flores, pájaros y transparentes cielos!

A las cinco, la oscuridad era completa.

Todos comprendíamos el peligro, mas ninguno lo expresaba.

El barómetro era el único que en aquellos momentos de angustia tenía elocuencia: esta, aunque muda, poseía la más fuerte de las razones.¡La convicción de la realidad!

El descenso de la columna barométrica vertía en nuestra alma las mismas amarguras que tan magistralmente describe el gran fisiólogo del corazón humano en la reducción de su piel de zapa

Las nueve era la hora señalada para la salida de la luna, la cual nos marcó su influencia con fuertes chubascos del Nordeste.

El barómetro señalaba 29,35.En pocas horas había bajado 65 centésimas.La observación del barómetro, la dirección de los chubascos y el cariz en general, nos patentizaban que el destructor tifón pronto nos envolvería en alguno de los anillos de sus espirales zonas.

Ciñendo mura babor nos manteníamos, sujetando al barco las gavias bajas, mayor cangreja y trinquetilla; todas las demás velas iban aferradas en sus vergas con dobles tomadores.

El barco cada vez trabajaba más, por efecto del fuerte viento y grandes mares que por su dirección nos indicaban que el huracán corría del Nordeste.

Sabido es que estos fenómenos llevan en su vertiginosa carrera los movimientos de rotación y traslación, originando poderosas comentes en espiral más ó menos fuertes, á medida que las zonas de aquellas se alejan del punto céntrico de donde se desarrollan.

El círculo del tifón es lo que se llama vórtice; aquel círculo es el que comunica sus estragos á los demás que lo envuelven, siendo los movimientos de rotación y traslación tanto más vivos cuanto más reducida es la primera vuelta que forma la espiral.

¡Desgraciado del barco que lo envuelva el vórtice!¡Infeliz del pueblo que haga experimentar sus estragos!

¡El tifón se acercaba!¿Nos cogería el vórtice?Es decir, ¿moriríamos?Solo Dios, solo Él, á quien en esos momentos todos claman y todos creen sabía nuestro destino.

En la mayor de las agonías, en la de la incertidumbre, nos cogió la escasa claridad de un día que presagiábamos sería el último de nuestra vida.

La observación de las seis de la mañana aumentó la agonía.

¡El barómetro marcaba 29,30! La impresión atmosférica cada vez mayor, el enrarecimiento del aire más sensible, y la influencia del fenómeno perfectamente indicada nos señalaba su proximidad. Apenas teníamos horizontes, y estos de un color plomizo muy pronunciado; el viento completamente huracanado traía su furia del Nordeste; las mares se precipitaban unas á otras en inmensas trombas, las cuales al romper rebasaban la obra muerta, siendo infructuosas las bombas que no se dejaban de la mano; la impetuosidad de los vientos arrancaba montañas de espuma que en menuda lluvia nos azotaba; cerrando tan angustioso cuadro mares encontradas que hacían retemblar á la pobre María Rosario, que unas veces hundía en el abismo la perilla del bauprés, para luego verla levantarse trabajosamente y rozar con la espuma las batallolas de popa.

¡Un esfuerzo infructuoso en uno de esos momentos, un golpe de mar combinado con una ráfaga del huracán y….

* * * * *

y una línea que se abre en los abismos cerrándose inmediatamente hubiera guardado en el misterio existencias que alentaban vida, salud, amores, esperanzas, ilusiones!

¡Venid, ateos, amarráos á un palo; contemplad uno de estos fenómenos y veréis cuál distinto es el sofisma que se fragua al calor del gabinete, á la potente al par que salvaje y majestuosa realidad que os enseña un Dios que renegáis por un mal entendido orgullo, no porque no le creáis!¡Sabed que hay Océanos sin fondo, y que una sola línea que inmediatamente se cierra, puede sepultar todos vuestros falsos templos y todas vuestras ciudades, que por grandes y populosas que sean, comparadas con la inmensidad del Océano, son muchísimo menos que palacios de cartón que desaparecen al capricho del niño que momentáneamente recrean.

A las seis de la tarde el huracán era deshecho.Su descripción es imposible.La pluma jamás puede llegar á estas manifestaciones de la naturaleza.

El que escribe estas líneas ha recorrido muchos mares; le son conocidos los fenómenos marítimos, pero en verdad, ni en su memoria, ni en su imaginación, pudo nunca comprender el espectáculo que en los cielos y en los mares desarrolla un tifón.

La mayor parte de las velas, á pesar de ir perfectamente aferradas, se rifaron; el viento producía entre jarcias y obenques sonidos metálicos imposibles de imitar y los mares engrosaban más y más destruyendo la obra muerta

La María Rosario no gobernaba. La caña de su timón era impotente.

¡El barómetro marcó 29,16!

¡¡¡Cerca de una pulgada de descenso!!!

El vórtice debía estar próximo á las muras.

Eran las nueve de la noche al notar la anterior bajada, enormísima al tener en cuenta las latitudes en que se verificaba.

La luna salía á las diez menos cuarto.

Tal situación no podía prolongarse.

El estado en que se encontraba el barco admitía pocas horas de esperanza.

La influencia de la luna había de resolver la situación.

Aquí no era ya la agonía de la Piel de zapa de Balzac, sino la magistralmente descrita en el Frollo de Víctor Hugo, con la diferencia de que en aquella había blasfemias, y en la nuestra recuerdos y oraciones.

La aguja del reloj marcó las nueve y media….Las diez menos veinte.

La vista no se separaba de la columna barométrica cayendo fatídicamente en el alma, cada uno de los acompasados golpes del péndulo.

¡Cuántos pensamientos en aquellos supremos instantes!¡Qué de recuerdos!¡Qué de zozobras!¡Qué de esperanzas!

¡Debe ser tan terrible morir ahogado dentro de las cuatro tablas del camarote!Esta idea me asaltó en aquellos instantes y resuelto á morir á la vista del cielo fuera de aquel ataúd, me puse de pie para salir de la cámara.En aquel instante la campana dió los tres cuartos.

La luna debía estar en su carrera visible.

La percepción de la campanada se confundió con la visual al barómetro.

¡¡¡Principiaba á subir!!!

¡¡¡Nos habíamos salvado!!!

* * * * *

Las grandes mares que el tifón había dejado á su paso fueron poco á poco aplacándose, cesando la furia del viento á medida que la influencia del fenómeno iba disminuyendo al alejarse de nosotros, siguiendo su destructor derrotero, en el cual había de sembrar ruinas y espantos.

Tan funestos se han considerado siempre los tifones y tan frecuente su desarrollo en los mares de China y parte del Pacífico en los meses de Agosto, Setiembre y Octubre, que constituyen el trimestre del cambio de los equinoccios que antiguamente no se admitía por las casas aseguradoras ningún riesgo, marítimo en expediciones para dichos mares y en tales meses.

Terribles y misteriosos naufragios registra la historia de la equinoccial de Setiembre.Los puertos de China, del Japón y de Filipinas guardan escritos en informes restos, imperecederas memorias de fenómenos pasados que nos hacen temer por los venideros.

Hace cinco años á la fecha en que escribimos, el 21 de Setiembre de 1867, si mal no recordamos, salió del puerto de Hong-Kong con rumbo á Manila el vapor español Malespina

En el Malespina venía un numeroso pasaje.

El vijía del Corregidor esperó en vano un día y otro día tenerlo á la vista.

¡El Malespina no se descubría!

Pasaron más días y la intranquilidad creció de punto.

Cada cual explicaba la tardanza del vapor á su manera, suponiéndose estaría al seguro abrigo de algún puerto al cual hiciera arribada.

Se siguió esperando.

¡El Malespina no llegaba!

Las suposiciones tranquilizadoras se convirtieron en una alarmante impaciencia.

Cada cual anhelaba algo.

Era conductor de pasaje y de correo; por lo tanto, el que no esperaba abrazar á un ser querido, aguardaba los consoladores lenitivos que latentemente sostienen en las ausencias pedazos de papel á los cuales se les da vida al correr la pluma, de cuyos puntos se van desprendiendo consuelos y esperanzas.

En vista de la tardanza salió otro correo. Este volvió, más … nada sabía del Malespina

Cinco años largos han transcurrido desde entonces y nada sigue sabiéndose de aquel barco.

Ni una tabla, ni un pedazo de lona, ni el más ligero vestigio ha venido á atestiguar la catástrofe.

Las olas y las nubes fueron los únicos testigos.

Las nubes y las olas empujadas por el destructor hálito del tifón, guardan en sus insondables misterios una historia más.

Si el voraz diente de los monstruos marinos ha respetado las osamentas humanas, en el profundo abismo, sobre un lecho de algas y corales habrá entrelazados restos de dos seres.

Entre los pasajeros venían dos jóvenes que hacía pocos días se habían jurado fe eterna al pie de los altares.

El bramido del viento confundiría la última palabra de amor de aquellas dos almas, el rugir de las olas su último suspiro, y quién sabe si algún rayo de la poética luna su última mirada.

¡Cuántas historias semejantes á esta no guardarán los mares!

Las desconsoladoras descripciones de tifones que frecuentemente leemos, nos patentizan más y más que la María Rosario estuvo en inminente peligro de haber seguido la misma suerte que el Malespina

Dios, sin embargo, no tenía contados nuestros días, y con la calma de los vientos y de los mares se tranquilizaron los espíritus, armonizándose las costumbres y la manera de ser de á bordo.

Cuatro días habíamos estado sin poder encender los fogones; cuatro días que atendidas las provisiones, puede decirse, estuvimos sin comer.

CAPÍTULO X.

Veintitrés grados en treinta y tres días.—Inseguridad en la monzón del SE.—Calmas desesperantes.—Los viajes largos.—Los ranchos.—¡Tierra!—Costas de Guaján.—Islote de las Cabras.—Puerto de San Luís de Apra.—Vegetación de Marianas.—La sanidad y la capitanía del puerto.—Desembarque.

Con vientos variables y navegando bien en popa, bien en largo, pudimos contrarrestar la gran corriente ecuatorial, que muchas veces desvaneció nuestros cálculos.

Día hubo que el barco parecía iba dejando muchas millas por la popa, y al creer encontrarnos con una buena singladura, nos situaba la observación más atrás que estábamos el día anterior.

¡Llevábamos treinta y tres días de navegación, y escasamente habíamos andado 23°.

Para estar á la vista de Guaján, nos restaba unas 120 millas.

Los víveres iban escaseando, y el agua había que refrescarla constantemente con la que se recogía de los aguaceros, tan comunes en aquellas latitudes.

Á pesar de ser el mes de Septiembre, y por consiguiente estar en plena monzón del SE., puede decirse tuvimos vientos de todos los cuadrantes menos de aquel.Esto demuestra una vez más lo insegura que es dicha monzón, lo que no sucede en la del NE., por lo menos en el derrotero que seguíamos.

El que ha participado una sola vez de las comodidades de un barco de vapor, apenas concibe exista uno solo de vela.Eso de pasar un día y otro día, y otro, y otro, sin adelantar un cable, sin que haya cálculo posible, ni conjetura racional respecto á la llegada y á la marcha, es insufrible.

Los calmazos de los equinoccios constituyen la mayor de las contrariedades de los barcos de vela.Nace el aburrimiento de la monotonía, y con él la desesperación y el agriarse el carácter, hasta el punto que se hace vidrioso y estalla por cualquier cosa, produciendo ese sinnúmero de desagradables escenas que sin cesar se suceden en largas navegaciones.

El que era simpático se hace indiferente, concluyendo por ser antipático, y en tal estado, una mirada, una palabra, una reticencia, un cambio de servilleta ó de asiento y …adiós educación y miramientos sociales.Esto con el que fué simpático, pues con el que no lo fué, los disgustos son inevitables.Verdad es que es terrible eso de no haber medio de huir de una persona y tenerla constantemente á una cuarta de las narices.

Dicen que para conocer la educación nada hay como la mesa y el juego; quien tal dijo no había hecho seguramente un viaje largo por mar.Téngase presente que todo es relativo, y que al decir largo, no se vaya á creer hablamos de un viaje de Santoña á San Sebastián, ni de Valencia á Marsella, ni aun de Alicante á la Habana, sino de Cádiz á Manila, por supuesto por el Cabo de Buena Esperanza, en barco de vela y con 80 ó 100 pasajeros entre mujeres, hombres y chicos, nacidos ó por nacer, pues rara es la barcada que hace su viaje por el Cabo que no aumenta el personal del rol.

El que hace uno de esos viajes que dura de cuatro á seis meses, es el que puede decir dónde se conoce mejor la humanidad.

Á los primeros días se cruzan ofrecimientos, á los siguientes palabras, y en los restantes … ¡ah! en los restantes ya no se cruza más que alguna que otra bofetada entre hombres, y más que algún chisme entre el bello sexo, que en una larga navegación ni aun es bello, pues el pobre sexo toma un color, un genial, y aun cuando tiene excepciones, un lenguaje que les digo á ustedes, que más de una vez hemos recordado el Avapiés y la calle de Toledo. En fin, para acabar, conozco á una dama que tuvo que arrestarla el capitán. ¡Si sería brava!

Las delicias de los viajes por el Cabo se concluyeron. El Istmo de Suez y la competencia cerraron aquella inolvidable vía, que para el que la ha hecho, forma una verdadera etapa en su vida.

Hoy hemos dicho que apenas se concibe un barco de vela; sin embargo, nuestro convencimiento en contrario era tan perfecto, como que el día diez y seis sólo habíamos andado doce millas.

¡Y nos faltaban ciento veinte!

Indudablemente los barcos de vela quedarán relegados únicamente para el uso de los pescadores de caña y los jugadores al dominó.

A más de todas las contrariedades en cuanto á la marcha que tienen los barcos de vela, hay otras, mucho, muchísimo mayores.

Da la pícara casualidad que los barcos de vela en que hemos hecho viajes largos, pertenecen á armadores amigos y …qué demonios, la amistad ha de ser un poco indulgente, dejando quieto el pico de la manta.

Bastante decimos, sin embargo, que como dice el gran Príncipe de los Ingenios, al buen entendedor … y aquí el buen entendedor no es el de la ínsula Barataria, si no el público y casi casi la autoridad. Verdad es que como las pícaras latas van soldadas, y … luego como la duración de los viajes no obedece á cálculo y … la hoja de lata no tiene agujeros, hay cada rancho por esas bodegas que lleva el germen, no digamos de un cólico, si no de un par de gruesas de disenterías. Cierto es que hay un consuelo y es … el de sufrir ó reventar hasta que se llegue á puerto.

Al de Guajan, punto al que llevábamos la proa, es adonde nosotros deseábamos llegar, pero …faltaban ciento veinte millas.

Por último, como todo tiene su fin, y sin más accidente que sea de contar, llegaron las primeras horas de la tarde del diez y siete en que la voz de ¡tierra! se oyó del castillo de proa. Tierra, en efecto, teníamos por el bauprés; al principio se divisó confusamente por perderse entre las brumas, luego lo que apareció como una ligera nube tomó contornos, luego se detallaron perfiles, y luego … todo volvió á confundirse en las sombras de la noche. Estábamos á unas veinte millas de Guajan, la mayor de las islas Marianas.

Al amanecer del diez y ocho nos encontrábamos muy cerca de los peligrosos arrecifes que rodean la pequeña isla de las Cabras, la que separa á la de Guajan un estrecho canal de fondo madrepórico.

La vegetación de la isla se presentaba con toda la potente exuberancia de vida de los trópicos.

Bosques inmensos de altísimos cocos, pendientes lomas cubiertas de entrelazadas rimas, dilatados campos salpicados de algodoneros, cageles y limoneros admirábamos por doquier.

El barco acortó vela manteniéndonos fuera de fondo esperando práctico, mas esperamos una hora y otra, y ni el práctico ni el pequeño fuerte que domina la entrada del canal daban señales de vida.

El pueblo, ó mejor dicho, la ciudad de Agaña, pues ciudad es por la gracia del Rey, que gloria haya, nuestro Sr. D.Felipe IV, no podía vernos, pues á más de tener entre ella y nosotros la isla de las Cabras, hay cerca de dos leguas del fondeadero, que lleva el nombre de San Luís de Apra, próximos al cual estábamos y en el que habíamos de anclar.

En las salvas de dos pequeños cañones que monta la María Rosario, mandamos una cortés salutación á los dormidos habitantes de Marianas, los cuales nos correspondieron izando bandera en el fuerte y armando botes en el puerto.

A todo remo y en buena vela apareció por la desembocadura del canal un bote ballenero.Bandera flotaba en la popa y galones relucían en las bordas.La sanidad y la capitanía del puerto tuvimos á bordo.

Después de enterarse el médico no había nadie de menos ni de más, y el capitán del puerto de que no llevábamos gato encerrado, previas las formalidades de declinarse la responsabilidad del anclaje en la experiencia del práctico, y tras algunas maniobras, se dió la voz de ¡fondo! y fondo encontraron las uñas del ancla que rodó de las serviolas á la región de los corales.

Treinta y cinco días nos había costado llegar.Ya estábamos en
Marianas. ¡El puerto todo lo borra!

CAPÍTULO XI.

Historia de las Marianas. —La tradición. —Los chamorris. —Intolerancias. —El Pico de los amantes. —División de razas. —Tinian. —Sarcófagos antiguos. —La casa de Taga. —Leyendas y supersticiones. —Cultos y creencias. —Los macambas. —El zazarraguan y el caifi. —Los anitis. —La peña de Fuuña

El estudio de las islas Marianas lo dividiremos en dos partes; en la primera, y aunque ligeramente, trataremos de lo que fueron antes de pertenecer á España; en la segunda, desde que la bandera de Castilla ondeó en sus playas.

Respecto á su primer período ó sea antes de la conquista, los datos son poco luminosos.No existiendo aquellos, se puede venir á deducciones más ó menos acabadas, analizando la tradición y la leyenda, únicas claves para el estudio analítico de todo pueblo que lo cubren las sombras del ayer, cada vez más compactas al no legarle al hoy más que las supersticiones que han venido perpetuándose en la mente de padres á hijos, y que al llegar á nosotros remotamente nos aproximan á darnos una idea de lo que fueron las antiguas razas aborígenes de las actuales.

Fundados en la tradición y ayudados de significativos vestigios, podemos señalar á los primitivos habitantes de las hoy llamadas islas Marianas, como procedentes de las razas japonesa y malaya.

En cuanto á la manera de ser de aquellos habitantes, á los primeros pasos que se dan en el origen de algunas leyendas que aún relata el país, encontramos los comprobantes que señalan un pueblo que ha tenido dentro de su constitución el feudalismo absoluto, y por consiguiente, una marcada división de clases. Entre estas se conocían los llamados chamorris ó antiguos magnates, que si no tenían la almenada torre y el rollo de sus inmunidades, con los atributos de mesnaderos de horca y cuchilla de nuestros antepasados, poseían en toda su desnudez cuantos abusivos derechos se irroga el fuerte contra el débil, en todo pueblo en que ni el cristianismo ha suavizado los sentimientos, ni la civilización las costumbres. La división de razas y poder del chamorri, se presenta á los ojos del viajero que recorre las islas á poco que las estudie bajo el prisma de la investigación y de la ciencia.

En uno de los límites de la isla de Guajan en su extremo Norte, existe enclavada en un seno madrepórico de coral una peña, á cuya granítica masa tajada á pico, constantemente azotan las ondas del gran Pacífico; el conjunto de panoramas que se desarrollan ante la vista del que contempla aquellos desiertos lugares, desde luego le predisponen á la meditación, queriendo descubrir alguna huella á quien interrogar sobre aquel coloso calizo que se eleva en medio de las embravecidas ondas, y del cual se separa el natural con el supersticioso temor de un testigo que ha presenciado sangrientos episodios, que ni la mano destructora del tiempo ha podido borrar de la mente que lo trasmite, ni el mudo, pero elocuente lenguaje de la peña que lo atestigua. Aquella masa de granito se llama el Pico de los amantesEn la meseta que forma la superficie de aquella roca está escrita la intransigencia, principal atributo del feudalismo.

De aquella meseta, se cuenta una tradición semejante en su origen á la que guarda bajo el hermoso cielo de Andalucía, no lejos de Archidona, la llamada Peña de los enamoradosEn ambos peñascos, el amor llegó al sacrificio; en ambos se confundieron en un postrer suspiro dos almas, con la única diferencia de que en el primero las causas eran originarias de la diversidad de clases y en la segunda partían del fanatismo y superstición mora.

Al Pico de los amantes condujo la desesperación á un plebeyo y á la hija de un chamorri. La áspera loma de la Pena de los enamorados, por última vez la treparon un cristiano y una mora, haciendo el fanatismo en este último caso lo que verificó en el primero la intransigencia.

La separación de razas que revela el Pico de los amantes, la vemos reproducida en los mismos monumentos, cuyos restos aún conservan las islas.

En la de Tinian y otras, existen unas columnatas en cuyos frisos se asientan sarcófagos cinerarios de forma esférica, en los cuales, y según verídicos testimonios que obran en el archivo del Gobierno de aquellas islas, se han encontrado en distintas épocas, osamentas humanas más ó menos completas, que vienen á revelar por el sitio especial en que se encontraron, una distinción bien marcada.

El número y situación de aquellas columnatas indican no pertenecieron á una sola familia, ni tampoco á todas las que compusieran la isla. Dichas columnatas, que se encuentran más ó menos deterioradas en casi todas las islas que fueron habitadas, debieron ser, al par que recuerdos cinerarios, apoyos de las casas de los magnates, tanto es así, que á cada uno de los grupos que componen aquellas, llaman los indígenas casas de los antiguosEn Tinian se conservan bastante bien 12 pirámides, que en conjunto formaron, según la tradición, la casa de Taga, personaje que por su carácter turbulento figura en la historia de las islas.De dicho Taga se cuenta tenía una hija muy hermosa, la cual, después de muerta, fué cubierta entre harina de arroz y enterrada en una de aquellas columnatas.

Entrando en el terreno fabuloso y supersticioso podríamos llenar muchas cuartillas con las narraciones que se relatan de la hermosa hija de Taga, á la cual atribuye la tradición el perfeccionamiento en la lira.Se cuenta en las islas, haberla visto aparecerse encima de su sarcófago en los malos tiempos, ahuyentando los huracanes con los sonoros ecos de su lira de oro.

Sea lo que quiera, respecto á la desgraciada hija de Taga, es lo cierto que restos de columnatas se ven con bastante frecuencia recorriendo las islas, siendo aquellas intachables testigos que vienen á corroborar la creencia de haber existido alguna raza privilegiada que sobresaldría de las demás en ilustración y en poder.No otra cosa demuestran las construcciones de que nos ocupamos, las cuales se destacarían notablemente entre la salvaje perspectiva de las casas de hojas de coco, de que nos hablan las historias de las primeras misiones.

A más de los anteriores antecedentes, existen otros en los anales de aquellas, en los cuales vemos admitir como cierto el feudalismo de que nos venimos ocupando.Aquellos anales dicen que los habitantes de las islas manifestaban gran soberbia y vanidad en la nobleza, de tal modo, que no se casaba por nada del mundo el hijo del noble con la plebeya.En otro lugar añade, que los chamorris tenían mayorazgos de cocales, plátanos y otros árboles.

Las creencias religiosas que observaban aquellos primitivos pueblos, estaban resumidas al culto supersticioso de los cadáveres, teniendo cada familia un altar en el hogar y un ídolo en las calaveras de sus mayores, que cuidadosamente conservaban cual lo hacían en sus lares, los descendientes de Rómulo con sus pequeños dioses penates.

El ritual de sus supersticiosas creencias estaba circunscrito á pesadas salmodias en que relataban las virtudes y hazañas del que adoraban, repartiéndose en sus rezos, cual en sus fiestas, tortas hechas de arroz, pescado y frutas, las que comían con el atole, bebida espirituosa confeccionada con los jugos del coco.

Sus escasas creencias religiosas las completaban admitiendo un sér llamado Puntan, el cual decían, había existido muchísimos siglos antes de la creación del cielo y la tierra. Puntan, según la tradición, tenía una hermana, y esta, al morir aquel, creó de sus espaldas la tierra, de su pecho el cielo, de sus ojos el sol y la luna, y de sus cejas el arco-iris. Reconocían la inmortalidad de las almas, las cuales habían de gozar en el mundo de los espíritus, ó sufrir en Zazarraguan ó casa de Caifí, con cuyos nombres conocían el infierno y el demonio.

Sus sacerdotes, que se llamaban Macambas, invocaban á las calaveras, teniendo mucho temor á las almas de sus abuelos que llamaban Anitis

Hacían grandes demostraciones de dolor en las muertes de sus parientes, y celebraban con bailes sus bodas y regocijos, constituyendo el principal adorno de sus galas, conchas y caracoles, engarzados en plumas y pequeños insectos de colores.El signo mayor de cariño consistía en pasar la mano por el pecho del que querían agasajar.

El orgullo del chamorri era tal, que suponía procedían todos los males de otros pueblos, creyendo que la humanidad tenía el origen en sus islas, y que las virtudes habían nacido de la peña de Fuuña, la cual llevaba ese nombre por encontrarse en el fondeadero de un pequeño puerto así llamado.

Como consecuencia inmediata del feudalismo, el que constantemente se localizasen las contiendas de cacique á cacique, manteniendo los campos en continua alarma, viniendo muy á menudo á las armas, que consistían en piedras, flechas y lanzas, que arrojaban con suma destreza.

Las demás fases, tanto materiales como morales, en que se encontraban los primeros habitantes de las islas, como el origen de su instalación en aquellas regiones, se pierde en las tinieblas de la impenetrable noche de los tiempos.

En tal estado de inseguridad histórica del pueblo que baña el gran Pacífico, corría el primer tercio del siglo XVI, en que ya empieza á delinearse la verdadera historia dé las hoy llamadas islas Marianas.

CAPÍTULO XII.

El siglo XVI. —Hernando de Magallanes. —Capitulaciones. —La Capitana, el San Antonio, la Victoria, la Concepción y el Santiago.—Sebastián Elcano. —Llegada al Brasil. —Invernadas. —Rebelión abordo. —Comunicaciones de mares. —El paso del Sur. —Bula de Alejandro VI. —Las Velas latinas. —Islas de los Ladrones. —Navegación penosa. —Isla de Cebú. —Muerte de Magallanes. —La Victoria—Vuelta al mundo. —Llegada á Sanlúcar. —Otras expediciones. —Legaspi. —El navío San Damián. Luís de San Vítores. —Doña Mariana de Austria. —Primera misión. —Verdadera posesión.

Al siglo XVI, á ese siglo en que ni el sol dejaba de alumbrar dominios españoles, ni su bandera de ondear doquiera hubiera una peña donde sustentar su grandiosa insignia; al siglo XVI, epopeya ante la cual, todo español vuelve los ojos engrandeciéndose con su grandeza; al siglo XVI, que veía pasar ante los misteriosos dientes de su grandiosa rueda, hazaña tras hazaña, conquista tras conquista; á ese siglo que parecía no acabaría de registrar en sus doradas páginas triunfos y victorias: á ese siglo, en que veneros de oro arrojaba el Nuevo Mundo, mundo del cual dice un célebre poeta invocando la gran figura de Isabel, que había en bancos de coral, rocas de perlas; á ese siglo que tiene un prólogo tan grandioso como el que dejó escrito con la punta de su espada, el invencible Gonzalo de Córdoba, siendo una de las letras de su epílogo el postrimer suspiro del que moría entre los sombríos y artísticos muros del Escorial, después de haber hecho temblar al mundo de Oriente á Occidente; á ese siglo en que, á imitación de los antiguos rituales, hacían renacer los aragoneses y catalanes la memoria de Rodrigo de Vivar, reproduciendo las solemnes fórmulas del juramento que hizo temblar á Sancho el Bravo; á ese siglo que compendia la edad de oro de nuestra literatura, á cuyo frente figuran genios como Lope de Vega y Cervantes; á ese siglo, en que un Carlos I recogía del suelo los pinceles del Ticiano; á ese siglo en que se incubaban en la mente de Blasco de Garay los primeros gérmenes que habían de crear esos gigantescos pulmones de hierro que en sus potentes transpiraciones de vapor horadan la roca, dividen las ondas y acortan el espacio; á ese siglo, en fin, le cupo la gloria de ver descubiertas á la nueva civilización las hoy llamadas islas Marianas, con todo el Archipiélago Filipino.

A poco de ver el nieto de los Reyes Católicos reunidas en su sien las coronas de España y Alemania, la primera, por muerte de su padre Don Felipe el Hermoso y locura de Doña Juana, y la segunda, por muerte de su abuelo Maximiliano, apareció uno de esos genios que dejan de tarde en tarde por su valor, por su talento, ó por sus virtudes, una estela luminosa en el prosaico laberinto de intrigas y miserias que se agitan y revuelven en todas las etapas de los siglos.Esa estela la abrió en el Océano de la historia el intrépido marino Hernando de Magallanes.

La presencia de Hernando de Magallanes y la oferta hecha á Castilla de descubrir por ella y para ella nuevas y ricas tierras al Occidente, siguiendo un nuevo rumbo hasta el entonces conocido por los navegantes, originó oposición por parte de la corte de Portugal, procurando el entonces embajador de dicho reino, D.Alvaro de Acosta, entorpecer la empresa que ya se proyectaba.

Los manejos de Portugal y las excitaciones tardías de D.Manuel, su Soberano, se estrellaron en la firme decisión tomada por el Monarca español, el cual otorgó solemnemente en Zaragoza, las regias capitulaciones con arreglo á las cuales había de hacerse la expedición á Occidente.

Listas las naves y nombrados los capitanes, recibió Magallanes con toda la pompa regia de manos del Asistente de Sevilla, D.Martín de Leiva, el Real estandarte, celebrándose esta ceremonia con gran concurrencia en la iglesia de Santa María de la Victoria, en Triana en donde el Almirante juró pleito-homenaje con arreglo al fuero y costumbre de Castilla, prometiendo conducirse en la empresa como fiel y leal vasallo de su Majestad Católica, juramento que fué repetido por los capitanes y pilotos.

Componía la expedicionaria flota, á más de la nave Capitana, las llamadas San Antonio, Victoria, Concepción y Santiago; yendo á las órdenes de Hernando de Magallanes entre otros marinos célebres, el maestre Juan Sebastián Elcano, Juan Ginovés, Luís de Mendoza, Juan de Cartagena, Gaspar Quesada y Rodríguez Serrano.Montando las naves y completando sus dotaciones doscientos treinta hombres entre soldados y marineros.

Con tales elementos y un regular repuesto de vituallas, se hicieron á la mar el 10 de Agosto de 1519, tomando rumbo en demanda de las islas Canarias.

El 15 de Octubre dejó la escuadra la vista de Tenerife, poniendo proa á la Costa de Guinea.

Después de varios contratiempos, de sufrir la presión de altas temperaturas y terribles tormentas, llegaron el 13 de Diciembre á las costas del Brasil; rebasaron el Cabo de Santa María; recorrieron el misterioso río de Solís, y siguiendo la costa del Sur encontraron una pequeña bahía, á la cual por la gran abundancia de aves acuáticas llamaron de los Patos; en dicha bahía les sorprendió un fuerte temporal, aguantando en fondeadero hasta que aplacados los elementos, pudieron continuar su empresa.

Poco habían navegado, cuando la invernada se presentó altamente fría y desapacible.

Las anteriores y recientes luchas, el frío, la nieve, la soledad de aquellos inhospitalarios lugares y todas las privaciones que ya se dejaban sentir, levantaron descontestos que quisieron poner proa á Castilla; esto originó más de un tumulto, que el fuerte carácter de Magallanes reprimió, condenando á muerte á un capitán y algunos soldados.Cerca del Estrecho se verificó la invernada, permaneciendo sobre anclas á la embocadura del río que les había de abrir paso al Pacífico.

A primeros de Noviembre se descubrió un canal que corría de Oriente á Poniente, y sospechando fuese el paso que comunicaba el Atlántico con el mar del Sur, mandó el Almirante fuese de exploradora la San Antonio, cuya nave volvió con la fausta nueva, de que el canal que acababa de recorrer vertía sus aguas en las saladas ondas de los mares que buscaban.

Esta noticia produjo grandísimo aliento en los desfallecidos ánimos, internándose la escuadra por el canal, el cual debiendo ser nuevamente reconocido por haber llegado á puntos difíciles, salió en nueva exploración la San Antonio, la que se esperó en vano, sabiéndose después, que habiéndose perdido en el intrincado laberinto de aquel peligroso paso, y no encontrando á la Capitana, tomó rumbo á España.

La falta de la San Antonio y la pérdida del gran número de provisiones que llevaba, no hicieron vacilar la voluntad de hierro del navegante portugués, el cual siguió el peligroso y misterioso derrotero.

Muchos peligros arrostró la flota en el canal; hasta que por último, el 27 de Noviembre de 1520, desembocaron en los extensos dominios del mar del Sur, el cual fué descubierto por el valiente Balboa, el 25 de Setiembre de 1513, en las exploraciones que hizo por el Istmo de Panamá, pequeña lengüeta que divide las dos Américas.El grandioso Océano del Sur, ¿se comunicaría con los ya descubiertos?Esta pregunta se hicieron los navegantes, viniendo Magallanes á resolver el problema, enseñando en su Estrecho la unión de los mares y el paso para dar la vuelta al mundo.

Este glorioso descubrimiento sin duda alguna hubiera sido para Portugal, á no ser por las muchas ingratitudes que en recompensa de los servicios prestados á aquella Corona en las Indias Orientales, no hubieran puesto á Magallanes en el caso de ofrecer sus servicios al Monarca español, al cual cumplió como bueno, no sólo con el descubrimiento del paso del Sur, Tierra del Fuego, Continente de los Patagones, Archipiélago de Marianas y Filipinas, sino que planteó ventajosamente para Castilla, la cuestión que originaron las islas Molucas por razón de su falsa situación geográfica.Magallanes, que al par que intrépido marino y valiente soldado, era profundo astrólogo; Magallanes, que seguía con los ojos de la ciencia la rotación de los astros, la dirección de los vientos y el movimiento de las corrientes; que sondaba los abismos en el mundo de su inteligencia al par que interrogaba las misteriosas é incompletas cartas marítimas del gran Behen, y recogía cuantas observaciones constantemente le presentaba en su camino su aventurera existencia; demarcó la verdadera situación de aquellas islas, colocándolas dentro de los meridianos que á España señalaban las cláusulas de la Bula de Alejandro VI, reproduciendo en un todo al servicio de la corte castellana, sus pasadas hazañas prestadas al soberano de Portugal, en la aventurada empresa del sitio de Malaca y en tantas otras á cual más arriesgadas en que tomó parte al servicio de Alburquerque en las comarcas orientales.

El paso que une los dos grandes Océanos, aún hoy en que la navegación parece ha puesto su última letra en el libro de los adelantos, es uno de los más peligrosos derroteros que pueden emprender los navegantes, y que Magallanes llevó á cabo, falto de víveres, con imperfectos instrumentos, y con una tripulación descontenta y tumultuosa.

No contento el gran navegante con haber encontrado el paso que lleva su nombre y de hollar con su planta la tierra del Fuego, puso rumbo por el ancho mar en busca de nuevas empresas.

Largo todo el capo, la quilla de la Capitana, levantó hirviente espuma en el Océano Pacífico, dirigiendo Magallanes el timón aun más allá que veía en su atrevida imaginación.

El más allá que comprendía la fe de un hombre que sueña hazañas, encontró un eco en la voz de tierra que se escapó de todos los labios al descubrir por los horizontes donde se oculta la luz, una informe masa confundida con las espesas y revueltas nubes.

Tierra era en efecto, y abordando á ella se tomó fondo, siendo el 6 de Marzo de 1521.

La tierra que los intrépidos navegantes tenían á la vista, les ofrecía hospitalidad y recursos.Falta les hacía la una y los otros, pues al descubrirla, la desesperación, la impaciencia y las necesidades todas habían llegado á su término.Desde que entraron en las aguas del Sur, fueron poco á poco acortándose las raciones hasta el punto de hacer las comidas con agua del mar, no habiendo encontrado en el derrotero que traían, más tierra que las islas Desventuradas, así llamadas por Magallanes, en vista de su situación, inhospitalario abrigo y falta de recursos.

Tan luego Magallanes dió fondo, rodearon á la Capitana sinnúmero de pequeñas embarcaciones movidas por paletas que servían de remos, y por unas velas de tejido de palma. Por el gran número de embarcaciones y por la figura de sus velas, llamaron á aquellas islas de las Velas Latinas.

Aquel grupo de islas hay quien cree son las Celebes de la antigüedad. Los naturales las llamaban á la llegada de Magallanes, Laguas.

El día 7 del mismo mes, desapareció un bote de la Capitana, por lo que y por otros robos que hicieron los naturales en los demás barcos, cambió Magallanes el nombre de las Velas Latinas por el de los Ladrones, que es como todavía las llaman los extranjeros en la mayor parte de sus cartas.Con algunos arcabuceros y no pocas amenazas, consiguió el Almirante recuperar su bote, y no satisfaciendo á su carácter emprendedor la pequeñez y pobreza de la nueva tierra, nuevamente levó anclas el 9 del mismo mes, en demanda de las ricas y fértiles comarcas Filipinas.Después de una penosa navegación tomó puerto en la isla de Cebú, donde consiguió captarse el cariño y los servicios del Reyezuelo que imperaba en aquella, el cual estando en guerra con su vecino el de la isla de Maetan impetró de Magallanes su auxilio, que le fué otorgado por el intrépido marino, yendo él mismo con parte de su gente á una expedición contra los enemigos de los cebuanos; aquellos en gran número y con gran destreza resistieron el ataque, muriendo Magallanes.Esta sensible pérdida acaeció el 26 de Abril de 1521.

El vencido Rey de Cebú, bien por temor, bien por haber entrado en las prescripciones impuestas por el vencedor, ó bien por la inconstancia propia del natural, es lo cierto que so pretexto de un convite preparó una emboscada, en la cual perecieron villanamente asesinados hasta 30 soldados.Los pocos que habían quedado en las naves, impotentes por su número para tomar venganza, resolvieron salvar sus vidas y regresar á Castilla con las nuevas del descubrimiento.

Los pocos expedicionarios que habían logrado salvar la vida, emprendieron el viaje por el antiguo derrotero de las Molucas, en la Victoria y la Trinidad. Esta última nave quedó en la mar, aguantando únicamente la Victoria que mandaba Sebastián Elcano, los mares del Cabo de Buena Esperanza el cual consiguió doblar, no sin falta de ímprobos trabajos, arribando al puerto de Sanlúcar el 6 de Setiembre; sobreviviendo á aquella colosal empresa en que la Victoria había dado la vuelta al mundo, solamente 18 hombres.

Las nuevas que Elcano trasmitió á Carlos V, y la seguridad del descubrimiento, originaron nuevas expediciones.

La ocupación de las Filipinas y las Molucas hicieron sin duda por su poca importancia, el que no se atendiera á las islas de los Ladrones, limitándose por entonces su ocupación á la toma de posesión que de ellas hizo el año 1528 D. Alvaro de Saavedra, y más tarde, en 25 de Enero de 1565, en que el intrépido Legaspi á su paso para Filipinas desembarcó en Guajan, en donde mandó celebrar una misa y levantó acta de posesión. Esta fué solamente nominal, pues ni dejó hombres, ni hizo nada de lo que constituye la material posesión; continuando los naturales en sus usos, costumbres y religión, si bien es verdad existen verídicos testimonios en que se acredita que las naos que recorrían el Pacífico, refrescaban aguada y se hacían de algunos víveres en las islas de los Ladrones.

En tal estado, llegó el año de 1662, en que tocó en la principal de las islas llamada, como ya dijimos, Guajan, el navío San Damián, que procedente de Acapulco se dirigía á Manila.En dicho navío, y como presidente de una misión de Jesuítas, venía el devoto Padre Diego Luís de San Vítores, el cual, viendo el estado de los naturales, resolvió trabajar para establecer una misión en aquellas apartadas regiones.

No bien llegó San Vítores á Manila, principió á gestionar la realización de su pensamiento, el cual no solamente no fué secundado sino que encontró acérrimos enemigos; esto no obstante el Padre San Vítores abrigaba en su alma la más fuerte de las perseverancias; la perseverancia que emana de principios del mismo Dios, «bautizarás al idólatra» dijo, y el infatigable jesuíta firme en su propósito se dirigió al Padre Nitarht, confesor de Doña Mariana de Austria, esposa del Soberano reinante por aquella época en Castilla, Don Felipe IV, del cual consiguió aquella una Real cédula satisfaciendo ampliamente los deseos del jesuíta.

En la expresada Real cédula se prevenía al desgraciado Gobernador de Filipinas, D. Diego Salcedo, facilitara á San Vítores toda clase de recursos para establecer una misión en las islas de los Ladrones, y en efecto, y al cumplimiento de lo mandado, se construyó en el puerto de Cavite, el navío San Diego, en el cual se embarcó la misión, á la que le surgió nuevos contratiempos al ir primero á Méjico en donde el Virey interpuso nuevas dificultades, que la constancia y excitaciones del jesuíta pudieron vencer; logrando por último, gracias á su invencible tesón, arribar á la isla de Guajan el 15 de Julio de 1668, desde cuya fecha se puede conceptuar la verdadera posesión de las islas de los Ladrones á los dominios españoles, puesto que hasta entonces no hay noticias se hiciera ocupación alguna.

CAPÍTULO XIII.

Adelantos de la misión. —Oposición de los macambas—Saipan y
Rota. —Los urritaos—Tradiciones usos y costumbres.—Colegio de San
Juan de Lotrán. —Crónicas de los jesuítas—Hostilidades. —Asesinato de
San Vítores. —Una modesta cruz. —Los Padres Solano y Ezguerra. —El
almirante Coello. —Nuevos asesinatos. Represalias. —D. Juan
Santiago. —El Gobernador Irrisari. —Descubrimientos al Norte de
Agaña. —Marianas en el siglo XVIII.

La misión dirigida por el Padre San Vítores desembarcó en la isla de Guajan, estableciéndose en el pueblo de Agaña, en donde inmediatamente principió su obra de conversión.

La misión al principio fué recibida con grandes muestras de cariño, sometiéndose gustosos los naturales al bautismo y á oir la voz de los que predicaban una religión para ellos desconocida; mas bien pronto aquellos afectos se convirtieron en una tenaz y terrible oposición en la que perdieron la vida varios misioneros y soldados.

En los primeros meses los agasajos y la dulzura que emplea todo el que trata de persuadir, hicieron su efecto, predisponiendo los ánimos á la protección de que fué objeto la misión.

Más tarde surgieron varios conflictos, creados primeramente por la intemperancia del magnate, el cual, oyendo un día y otro las excelencias del bautismo, quiso fuese patrimonio exclusivo de ellos y sus hijos.Esto, como es consiguiente, creó luchas y excitó los ánimos, no por la idea del bautismo, sino por la división que surgía su aplicación.La dulzura del Padre San Vítores y la fuerza de sus convincentes argumentos pudieron desvanecer este primer conflicto, viendo en ello dar al cristianismo el primer paso á la unión de clases.

La herida que abría lo anterior en las antiguas costumbres, fué comprendida por algunos que se propusieron crear nuevos conflictos en defensa de sus odiosos privilegios.

Los magnates descontentos por una parte, la superstición por otra ayudada de falsas tradiciones, y robustecida con las intransigencias de los sacerdotes ó macambas que concitaban los ánimos, despertando antiguas costumbres, y unido á esto el estratégico é infame rumor de que el bautismo originaba la muerte de los niños, fueron los elementos que pusieron en juego los enemigos de los ministros de la fe.

Los anteriores males fueron venciéndose, contrarrestándose unas veces la fuerza con la fuerza, é interponiendo otras la convicción en medio de las supersticiosas creencias.

No contentos los jesuítas con la aparente sumisión de la isla de Guajan, se extendieron al Norte, en donde descubrieron nuevas islas siendo las principales las nombradas Saipan y Zarpana, ó sea Rota.En estas se reflejaron bien pronto los mismos males por que estaba pasando Guajan, haciéndose los trabajos con grandísimo riesgo.

Las costumbres fueron siempre los principales elementos que los macambas trataron de explotar en defensa del predominio é influencia que venían poseyendo en aquellos pueblos, sujetos al capricho de su voluntad, por medio de las acomodaticias invocaciones, originarias de supersticiosos manejos.

La poligamia con toda la asquerosa desnudez venía sucediéndose en las costumbres de aquellos isleños, y la poligamia que necesariamente había de ser combatida en los ascéticos principios de San Vítores produjo sus consecuencias. Los urritaos, ó sean los jóvenes, levantaron una cruzada que fué á engrosar las filas de los que combatían la idea por el orgullo, viniendo á ser las pasiones sensuales y las tradiciones aristocráticas, las piedras de apoyo que sustentaban la discordia y la oposición.

La lucha entre la argucia del macamba y la persuasión del misionero, era tanto más tenaz cuanto que tenía por palenque la condición del natural, el cual admitía cuantas ideas llegaban á su escasa comprensión.

Su imaginación voluble está comprobada en sus tradiciones, que atestiguan eran muy dados á las fantásticas leyendas, las cuales relataban en coro formando dos círculos, uno de hombres y otro de mujeres, que giraban en inverso sentido. Para estas fiestas, en las cuales cantaban las excelencias y las antigüedades de sus Anitis, se adornaban las mujeres tiñéndose de negro los dientes y blanqueándose el pelo, completando el adorno conchas, caracoles, plumas, insectos de colores y hojas de plátano. Los hombres se rapaban el pelo, yendo completamente desnudos. Restos de estas antiguas costumbres y reminiscencias de aquellas fiestas todavía se conservan en Marianas. El autor de estas líneas ha presenciado algunas escenas entre los carolinos residentes en Agaña, en las cuales se refleja las primitivas tradiciones.

Los elementos turbulentos cada vez tomaban más fuerza, al par que la adquiría la evangélica persistencia de los misioneros, en tanto que el corto número de soldados mantenían en los cañones de sus mosquetes el desbordamiento que ha tiempo se venía presintiendo.

En 1669 se bendijo una iglesia, creándose poco después un colegio con el nombre, que aún hoy lleva, de San Juan de Letrán, para el cual consiguió San Vítores se expidiera en 1663 Real cédula de perpetuidad, con la dotación anual de 3.000 pesos, los cuales se habían de pagar por las cajas de Méjico.

En contestación á esta merced, otorgada por Doña Mariana de Austria, escribió el jesuíta una sentida carta al Padre Nitarht, haciéndole presente participara á su Reina que en él espacio de pocos meses y debido á su protección, había en las islas entre bautizados y catecúmenos 34.000.

Este dato no lo hemos podido comprobar en documentos oficiales, y como quiera que nos parece un tanto exagerado, debemos hacer presente lo hemos tomado de las mismas Crónicas de los Jesuítas, de cuya institución dependían todos los Padres que compusieron las misiones de Marianas, cuya dotación eclesiástica corrió á su cargo hasta que fueron expulsados de los dominios españoles.

Las expresadas crónicas hacen subir la población de las islas á 100.000 almas, cifra que asimismo nos parece inexacta, no comprendiendo que ni la extensión, ni los productos del suelo pudieran alimentar tal exceso de población, y sobre todo y más que la falta de proporción entre los habitantes y el suelo, en que aquellos, según las mismas crónicas, se redujeron en muy pocos años á más de la quinta parte; disminución incomprensible en tan poco tiempo, teniendo en cuenta la razón de situación de las islas y la casi absoluta incomunicación en que estaban con los demás pueblos.

La emigración sin los medios de comunicación es imposible, y la enormidad de la baja sin aquella, por razón de mortandad también lo es, atendiendo á la salubridad que en todo tiempo se experimenta en las islas.

El casi imposible se opone á la creencia de que hubiera 100.000 almas, en donde escasamente solo restan en el día unas 7.000.

De estos y otros datos se prevale un escritor francés para mezclar entre el gran caudal de poesía que respiran sus obras, un sinnúmero de vulgaridades, por no calificarlas de otra manera, al ocuparse de Marianas.

Los pocos narradores de aquellas islas habrán podido equivocarse, es más, de hecho se han equivocado en algunas cosas; en cambio M.Arago, escritor á quien aludimos, es muy posible no haya dicho una sola verdad en las páginas que consagra á las Marianas.

Mas continuemos su historia.

Las hostilidades de que fueron objeto los sacerdotes y soldados, la alevosa muerte que dieron los isleños á más de uno, y las dificultades que oponían, ora en la resistencia pasiva, ora en el éxito de las armas, motivaron el que poco á poco, y á medida que llegaban las naos se fuera aumentando el personal de guerra, y que el inofensivo y modesto establecimiento que se levantó en un principio, se perfeccionara tomando el carácter que distingue la conquista, y la persuasión, las armas y la fe, la suavidad de los principios del cristianismo, y los mortíferos estragos de la metralla; participando bien pronto el establecimiento de la abadía y del fuerte; del campanario y de la atalaya; de la cruz y de la espada.

En tal estado llegó el 2 de Abril de 1672, en que Diego San Vítores desoyendo prudentes consejos, salió del recinto de Agaña acompañado únicamente de un filipino, dirigiéndose al pueblo de Tumhun á seguir su evangélica obra. No bien había caminado una legua, cuando oyó llorar á una niña en una casa de palma; quiso bautizarla, mas fué muerto á lanzadas por su padre llamado Matapang y por Hirao, vecino de aquel.Después de muerto fué arrastrado hasta la playa, arrojando su cuerpo en los arrecifes de la costa del Pico de los Amantes.

Pocas existencias humanas habrán recorrido su peregrinación sobre la tierra con más fe, con más abnegación, y con más valor que la que alentaba Diego Luís de San Vítores.

Cuatro años permaneció en las islas Marianas, cuya reducción casi puede asegurarse se le debe á él, y en ese tiempo predicando la caridad y la virtud fué consuelo de propios y extraños.

En el sitio en que fué muerto se conserva en el día una modesta cruz; á la sombra de su tosca madera consagramos una oración como cristianos y un recuerdo como españoles.En sus descarnados brazos, habrá marchitado el hálito de los fuertes Nortes, una corona de flores silvestres que hizo una decidora chamorra que nos acompañó en la expedición.

Ni la religión, ni las nuevas costumbres, ni los escasos rayos de civilización que se abren paso hasta aquellas lejanas tierras, han podido destruir antiguos gérmenes de pasadas generaciones.La superstición y la fábula son innatas en el chamorro, así que la muerte del Padre San Vítores, como su martirio y su vida, la envuelve en sinnúmero de fantásticas relaciones.Decir á un chamorro, y sobre todo á una chamorra, que las aguas donde arrojaron al jesuíta no tienen el color de sangre, y os mirará con la lástima de creer trata con un loco.

Al Padre Diego sucedió en la dirección de la misión, el jesuíta Fray Francisco Solano, el cual continuó la obra de su antecesor con fe y perseverancia.

La dirección del Padre Solano fué bien corta, pues la falta de alimentos, la naturaleza de estos, las fatigas causadas por las incesantes luchas y la tristeza que le ocasionó el martirio de su compañero, rindieron aquella existencia, ocasionando su muerte una aguda enfermedad.

Á la muerte de Solano, acaecida en Junio de 1672, sucedió el Padre Francisco Ezguerra. Por este tiempo y acostumbrados los naturales á los azares de la guerra, y ora generalizándola y dirigiendo sus ataques al establecimiento, ora localizándola de ranchería á ranchería y de caudillo á caudillo, tenían á los pocos españoles en una continua zozobra, la cual se aplacó un tanto con la llegada de los navíos Santiago y San Antonio, los cuales sucesivamente tomaron puerto en Agaña, el año 1672 y 1673.

El almirante Coello, que mandaba el navío Santiago, enterado del estado en que se encontraban los españoles los atendió con toda clase de recursos, haciendo quedase al mando de la fuerza que se organizó, el capitán de los antiguos tercios D.Juan Santiago; este, como buen soldado, de genio aventurero, de pronta y decisiva acción, de resistente naturaleza y de un valor y tesón á toda prueba, comprendió que las contemplaciones eran el verdadero foco donde se incubaban las hostilidades y la guerra, así que, dejando correr sus instintos en armonía con sus antiguos hábitos de campaña, reforzó el fuerte, levantó empalizadas, acumuló materiales y vituallas, y una vez asegurada la retirada, principió su obra de conquista talando cuantos campos se le oponían y quemando las rancherías que mostraban resistencia.

El miedo cundió por las islas, el cual bien pronto fué acompañado del supersticioso terror que produjo en los naturales la vista de un caballo que se había desembarcado del navío San Antonio, por disposición de su Almirante Monfort, el cual prestó hombres y recursos á la obra de la conquista.

Los isleños comprendieron que su ruina era cierta de continuar en actitud de guerra, y aparentemente desistieron, enviando emisarios á los españoles, con presentes de conchas y tortugas como símbolos de paz, pidiendo perdón por los hechos pasados, y prometiendo ciega obediencia para lo sucesivo.Esto acaeció á 13 de Noviembre de 1673.

Las anteriores paces se concertaron con los elementos de la confianza y la hidalguía por una parte, y el terror y la necesidad por otra, convenciéndose bien pronto los españoles de lo mentido de las promesas y la falsía de la sumisión.

A 1° de Febrero de 1674, dirigiéndose el Superior Padre Ezguerra con cinco soldados por el camino de Fuuña, fué asaltado por sinnúmero de hombres armados, los cuales, con grandes gritos pedían su muerte.Las palabras se hicieron obras, y el Padre Ezguerra y sus compañeros perecieron taladrados de flechas y arrastrados sus restos hasta el mar, en donde los arrojaron.

Este hecho inaudito, propio solo de una raza salvaje é indómita, produjo el efecto consiguiente en el ánimo del capitán y de los pocos soldados que tenía á sus órdenes.Siendo rotas las treguas y ávidos de venganza, no hubo perdón ni misericordia.Donde quiera había oposición, había incendio; donde quiera había resistencia, había metralla; se talaron campos, se destruyeron estacadas, y por último, se pisotearon los falsos ídolos personificados en las calaveras, acompañando á este sangriento cuadro la ejecución que con toda publicidad se llevó á cabo, ahorcando á todos los que pudo justificarse participación directa en los asesinatos.

La destrucción de las calaveras y el haber entre los ahorcados dos macambas de los más influyentes, fueron causa de que se apoderara de los isleños un grandísimo terror, alejádose del terreno de las hostilidades, buscando amparo en los extremos de las islas y en lo más oculto de los bosques, convencidos de que toda resistencia era imposible en vista de la actitud de los españoles y filipinos, los cuales habían perfeccionado las obras del establecimiento, proveyendo de dos pequeños cañones el torreón que dominaba las trincheras y estacadas, doblemente resguardadas con sinnúmero de púas de cañas y palma brava.

Con la conducta observada por D. Juan Santiago y por su sucesor D. Damián de Esplana, que con decisivo tesón continuó en la obra de reducción, se pudo ir asegurando la tranquilidad en las islas, en las cuales fueron construyéndose iglesias y casas de instrucción, habiéndolas en gran número de pueblos, cuando llegó á Agaña en Junio de 1676 el navío San Antonio, conduciendo á su bordo al capitán D.Francisco de Irrisari, primer Gobernador de Real nombramiento de las islas Marianas.

Azarosos fueron en extremo los dos años que gobernó Irrisari; el odio estaba oculto, la venganza por un lado, y por otro la cautela aprendida por los chamorros á consecuencia de los continuos descalabros que habían sufrido siempre que frente á frente y en ancho campo presentaron contienda, los hicieron astutos y precavidos.Las asechanzas y emboscadas eran cada vez más frecuentes, y las muertes y asesinatos parciales sustituyeron á los ataques francos y en masas.

Los macambas, á pesar de ver que la numerosa población que en otro tiempo habían subyugado, merced á la evocación de supersticiosas fábulas estaba casi aniquilada, que las cábalas mágicas de los anitis eran impotentes ante el fuego de los mosquetes y la metralla de los cañones, que los castigos eran públicos y ejemplares, que de día en día se perfeccionaban las obras, se levantaban otras aumentaban hombres y vituallas, que se talaban y se incendiaban las rebeldes rancherías, no desmayaban en sus predicaciones y en sus pérfidas gestiones.En un principio explotaron el orgullo y privilegios de raza; más tarde, excitaron la maternidad; después, echaron mano del desenfrenado sensualismo, y por último, y en los años que nos ocupa, aprovecharon como arma de excisión el hecho primero en aquellas islas, de casarse una mariana con un español.Esto dió origen á que los macambas predicaran el odio contra aquellos, recrudeciendo los ánimos al presentar el matrimonio como un robo simulado, ante el cual los conquistadores principiaban á apoderarse de sus hijas y mujeres.

Esta falsa doctrina hizo su efecto y volvieron á las antiguas hostilidades, las cuales fueron estrellándose en la constancia y valor de Irrisari y los suyos.

Al llegar á Marianas en el año 1678 D.Juan Antonio de Salas, su segundo Gobernador, se hicieron exploraciones en el puerto, se situaron lugares seguros de anclaje, y se desembarcaron refuerzos; con estos y con la inteligencia, tanto de Salas como de su sucesor D.José Quiroga, se logró reducir, no solo la isla de Guajan, sino las que aún quedaban revueltas al Norte.

En completa reducción, y estando las islas al mando de Madrazo, llegó el siglo XVIII, á cuyos principios se aumentaron escuelas, se perfeccionaron las obras de las iglesias, se levantaron almacenes, se abrieron caminos y se ultimaron cuantas construcciones habían estado abandonadas por efecto de la guerra.Las rancherías esparcidas por los montes se refluyeron al llano, desapareciendo la vida nómada y errante del natural, con la aparición de los pueblos de Merizo, Pago, Agat é Inarajan.

En el año 1701 no había habitadas en todo el Archipiélago de Marianas más que las islas de Guajan, Rota y Saipan, y estas últimas, era tan poca su importancia y tanta su miseria, que al despoblar los españoles años después la isla de Rota, dice una crónica de aquel tiempo, literalmente lo que sigue: «La tierra es estéril, el cielo melancólico, el viento y el mar á temporadas furioso, horrible y formidable.Solo en ciertas monzones se ve un aspecto apacible, la gente es poca, bárbara y bozal.Nadie sale de allí, nadie pasa por allí, no hay noticias, ni del resto del mundo, ni aun de aquel pequeño rincón del mundo.No hay desierto ni yermo en la Nitria, ni la Thebaida, que sea comparable á esta soledad.Ovidio, no acaba de ponderar las miserias de Tomis; pero si hubiera visto á Rota dijera, que era el Tomis del mismo Tomis.»

La situación de Rota desde que con tan vivos colores se describió, realmente poco ha mejorado, participando del sensible descenso que se observa en todo aquel pequeño Archipiélago, descenso más sensible en Rota por la casi absoluta carencia de comunicaciones, por la nulidad en las transacciones, por la consiguiente miseria del natural, y por lo inhospitalario de sus puertos.

La reducción de las islas como hemos dicho, quedó ultimada en absoluto á principios del siglo XVIII.Pero, ¿qué quedó de aquella reducción?Una docena de peñascos deshabitados en su mayor parte, y un pequeño pueblo al cual había que atender con cuantiosas sumas, á fin de darle vida al par que actividad y movimiento.Los sacrificios pecuniarios de la nación y los deseos de los gobernantes, se estrellaron como era consiguiente, con la falta de inspección que no podían ejercer en razón á la distancia que separa Marianas de Manila.

Se estudiaron todos los medios al par que iban creciendo las exigencias, y aumentando por consiguiente el personal y con este el presupuesto.Se ensayó centralizar el comercio en sentido oficial, y á este propósito el Real Erario en vez de remitir caudales, lo hacía de géneros de más ó menos fácil realización.

El Estado se convirtió en tendero; la Hacienda absorbió el cambio, la venta y la permuta y los gobernantes constituyeron la Real Hacienda en muestrario de las transacciones.El gobernado se convirtió en comprador, y el Estado en razón social mercantil.

Semejante manera de arbitrar fondos, produjo como consiguiente era, un sinnúmero de abusos, que denunciaron otras tantas fortunas improvisadas y caudales adquiridos á la sombra de un mostrador, en que la mercancía venía gravada con el impuesto de considerables primas, en que los comerciantes eran meros factores, y en que los dueños eran puramente nominales.

La acumulación del capital por razón de la venta; la ventaja de la retención, á causa de la escasez; el aumento del pedido en proporción á la demanda, y el acopio y almacenaje ante el cálculo racional del expendio y la necesidad, fuentes de todo comercio, no las negamos en el muestrario oficial, pero lo que desde luego aseguramos, es que dichas fuentes no vertían sus caudales en las cajas de la entidad jurídica llamada Estado, sino en la positiva de los administradores al par que administrados. Ellos se compraban y se vendían facturas, y este continuo agiotaje y más que todo la triste realidad, que aunque tarde se iba observando en los centros inspectores, dieron origen á que se abandonara el sistema anterior y á que se ensayara el hacer los pagos por medio de situados. Estos y aprovechando las naves de Méjico, dejaban en Marianas el total del importe del presupuesto.

Mas adelante, y pasados bastantes años de ser evacuadas las Américas, y cerrado por consiguiente el paso de las naves por Marianas, se redujeron en las cláusulas de un reglamento los gastos de las islas, quedando estos en la suma de unos doce mil pesos

El reglamento no podemos negar se publicó, pero el presupuesto por ningún concepto refleja en el día los beneficios de su observación y con ella su reducción.

Hemos visto lo que fueron ayer las islas de los Ladrones; veamos lo que son hoy las islas Marianas.

CAPÍTULO XIV.

Archipiélago de las Marianas.—Historia moderna.—Guajan.—El pueblo de Agaña.—Puerto de Apra.—Punta Pití.—Flora y fauna.—La mujer de Marianas.—M.Arago.—Ingratitud.—Caridad española.

El Archipiélago de Marianas lo compone una cordillera de islas, enclavadas en el gran Océano Pacfico.Corren de Sur á Norte, desde la principal llamada Guajan, residencia del Gobernador y demás autoridades.

A más de Guajan y en una extensión como de dos grados y medio, se
encuentran Rota, Aguiguan, Tinian, Saipan, Farallon de Medinilla,
Anatajan, Sariguan, Farallon de Torres, Guguan, Alamagan, Pagan,
Agrigan, Asunción, Urracas y Farallon de Pájaros.

De las anteriores islas, solamente están habitadas, según ya dijimos, Guajan, Rota y Saipan, siendo estas dos últimas, miserables asilos en que difícilmente se refleja la escasa vida que disfruta la primera.

La isla de Guajan la encuentra el navegante á los 13° 26' lat.N.y 150° 52' long.E.del meridiano de San Fernando; mide unas 32 millas de longitud en su mayor extensión de Sudoeste á Nordeste, variando en razón á su configuración la latitud entre cuatro á nueve, y componiendo su total bojeo de 190 á 200.

En el término medio del panorama que presenta la isla de Guajan hay un istmo, el cual divide la isla en dos penínsulas.En la lengüeta que une los dos ensanches que forman aquellas, se eleva la ciudad de Agaña, capital del Archipiélago de Marianas.

Las costas de Guajan en su general perímetro, las constituyen, multiplicados arrecifes y bancos madrepóricos que se internan mar adentro desde rocas escarpadas donde nacen.En los centros calizos suelen formarse canales, por los cuales los ligeros botes balleneros, son las únicas embarcaciones que sin grave peligro pueden recorrerlos, y esto en algunos sitios, pues en otros, la mar es tan brava, y la costa tan inhospitalaria, que hace de sumo riesgo el aventurarse en aquel laberinto de arrecifes calizos, terminados por masas acantiladas, azotadas incesantemente por mares peligrosas y revueltas.

El ruido del romper la ola, no es el gemir monótono y acompasado que produce en la generalidad de las playas.El ruido que paulatinamente se va disipando á medida que la ola va rodando sobre un lecho de menuda arena, en Guajan es desconocido; allí el ruido es atronador é imponente; allí, las masas de agua empujadas por las grandes marejadas llegan compactas, no á una superficie igual, sino á cordilleras inmensas de arrecifes, que presentan en las sinuosidades y desigualdades de sus configuraciones, otros tantos obstáculos, que dividen la ola en infinidad de partes, originando los huecos que presentan las múltiples ramificaciones madrepóricas, imponentes ruidos que repite el eco de cavidad en cavidad.

Las primeras noches que se duerme en Agaña, es imposible conciliar un sueño tranquilo y sostenido.

Sin embargo de los múltiples y peligrosos bajos de que están sembradas las mares de Guajan, la experiencia y la práctica pueden conducir al navegante á encontrar abrigo y seguro anclaje en varios puntos de la isla; debiendo citar como el principal y más seguro de sus puertos, el que se encuentra en la parte Oeste, entre la península de Orote y la pequeña isla de las Cabras, llamada de San Luís de Apra. A pesar de lo espacioso del puerto de Apra, desde luego aconsejamos al navegante, no se aventure en sus aguas sin llevar práctico, pues la situación del anclaje por razón de los abrigos que preserven en lo que cabe los fuertes temporales de Oeste á Noroeste, á cuyos cuadrantes tiene pocos resguardos el puerto, y el sinnúmero de escollos que se extienden desde el sitio denominado la Caldera, á la playa, son innumerables.Si á esto se agrega las varias y encontradas corrientes que los canales de coral producen, se comprenderá fácilmente lo necesario de poner la nave á la dirección de un hábil conocedor de aquellos lugares.

San Luís de Apra es el puerto en que anclan todos los barcos que llegan á Guajan.

Se conocen á mas del anterior, los de Agaña, Tepungan, Daví, Jatí, Merizo, Sajayan, Actayan, Inarajan Tarofofo y Pago, los cuales por sus escasas proporciones y por las revueltas que á ellos llegan las mares, los tiene de antiguo completamente abandonados el uso.

Una vez anclada la nave en el puerto de Apra, hay que recorrer una larga extensión hasta llegar á la playa.La travesía entre esta y el barco se hace en botes balleneros, únicos que por su escaso calado pueden utilizarse en el canal que forma Guajan y la isla de las Cabras, el cual es sumamente pintoresco.Luego que se toma tierra, quedan unas cinco millas que andar hasta llegar á la ciudad de Agaña, trayecto que generalmente se hace en pequeñas carromatas de ruedas de una sola pieza, tiradas por novillos, los que también se emplean para silla, prestando toda clase de servicios de carga y arrastre.

Pocos paisajes habrá en el mundo tan hermosos como el que presenta el cuadro que se desarrolla desde Punta Patí, hasta las primeras casas de Agaña: unas cinco millas, las separan del puerto como ya dijimos; cinco millas, en que la vista se recrea con todas las maravillas de que el Creador dotó el suelo. La palma, la bonga, y la variedad de cocos con sus frondosos penachos, que al acariciarlos el viento cimbrean sus esbeltos y elevados troncos; la rima, el cajel, el naranjo y el limonero, con su exuberante vegetación, sus múltiples y verdes hojas, y sus olorosas emanaciones de azahar y nardo; el poético limoncito de China con sus abundantes frutos; el corpulento ifil, el tortuoso abgao verdadero sáuce de la India, el agoho, con sus pequeñas piñas armadas de afiladas púas, el productivo daog ó palo maría, el goya, la guayava y el ate, entrelazan sus hojas, sus frutos, sus flores, y su potente vida, con las olorosas y variadas enredaderas, con los intrincados laberintos de bacauam, con los desiguales y trepadores tallos de la silvestre pámpana, y con las esbeltas y flexibles ramas del jazmín blanco.

Sobre la inmensa capa de verdura que presenta la prodigiosa vegetación que se extiende por un terreno desigual y accidentado, se contempla un cielo puro y trasparente, bajo cuya diáfana bóveda baten sus alas y cantan sus amores, la pintada garza, la veloz dulili y la amorosa tórtola, cuyos cantos son interrumpidos por el agorero chillido del mamoy y el estridente graznido del fanifiLas palomas blancas, las aves marinas en su diversidad de clases, las agachonas, el tordo, y los carpinteros completan el viviente mundo de la región de las nubes.

Cuanto define y compone la belleza, tiene allí su rasgo característico, su estigma que la distingue y señala.La escarpada peña cría verdura, el cielo presta tibios ambientes, los pájaros alegres cantos, las flores deliciosas emanaciones, el arroyo tiernos murmurios y cristalinas aguas, los árboles sabrosos frutos, y el cielo claridad y hermosura.

De Guajan se ha dicho es un país privilegiado y es muy cierto. Aquel cielo y aquel suelo en el Grao de Valencia, ó las orillas del Guadalquivir, sería una dulcísima parodia de los jardines del Profeta; mas un paraíso, anclado en medio del revuelto Pacífico, lejos del universal concurso y sin tener por lo menos una Eva, es un paraíso que al principio encanta, después, aburre, y por último desespera.

No se crea por lo anterior que en Marianas no hay mujeres, que las hay y muchas, pero … pero francamente, y con perdón sea dicho de la Mariquita y la Ángela de M. Arago, entre todas no componen ni una caricatura de las de allá, ni un octavo de cuartilla de las que tan mal empleó el escritor francés al ocuparse de Marianas.Al principiar este trabajo dijimos, y si no lo hacemos ahora, que si algún mérito tiene, es, que lo en él escrito, es producto de la verdad, y no emanación de ridículas fábulas, propias de una novela mas no de un viaje.

Sentimos no poder describir aquellos ojos de fuego, aquella exuberancia de formas, aquella corrección de líneas, que completan los acabados modelos del universal viajero en sus dadivosas y enamoradas concepciones chamorras y carolinas, prontas, por supuesto, eso sí, y dicho también por supuesto por el escritor francés, á consagrarle sus amorosas primicias y hasta su existencia, y vean ustedes cómo el ilustre viajero casi casi introduce en las pacíficas chamorras el uso de los fósforos de Cascante, y la entidad acabada del Don Juan, con sus irresistibles filtros sus tiernas pláticas y sus incendiarios conceptos, con la diferencia que al Don Juan europeo le abrían las puertas dueñas y rodrigones, y al Don Juan trasatlántico pañuelos y relicarios.

Léanse detenidamente las páginas que Arago consagra á Marianas, y se verá que todo se reduce á decir que no hubo chamorra ni carolina, que primero por su linda cara, y después por un relicario, no le ofreciera sus caricias.Esto, y ver por doquier restos humanos consumidos por la lepra, enterrar á todo el que buenamente le parece á consecuencia de dicha enfermedad, crear tipos á su capricho, y acusar de no sé cuántas cosas á los poseedores de aquellas islas, hasta el punto de conceptuarlos como un mal para la humanidad, completan las páginas de M.Arago, salpicadas de cuando en cuando con bravatas que son fáciles de escribir ya que no de realizar.

¡Se atreve M.Arago á hablar de humanidad!

¡Válgame Dios, y cómo se escribe la historia!

En la infinidad de naufragios, en el sinnúmero de siniestros que por su situación ha presenciado Guajan, jamás han dejado sus habitantes y sus Gobernadores, de hacer muchísimo más de lo que dicta la caridad oficial y la reciprocidad del derecho de gentes.Lea M.Arago el naufragio de su compatriota Mme.Wisio, interróguela y la verá llorar al solo recuerdo de los beneficios recibidos de los españoles.Crónicas de Nueva-York, de California y del Japón son buenos testigos á quienes preguntar sobre la caridad española.Las columnas de sus periódicos de cuándo en cuándo, se llenan con la relación de conmovedoras escenas en que la abnegación y el desinterés juegan en primer término.

No solo encuentran en Marianas recursos y consuelos los náufragos que logran tras miles de riesgos y privaciones, ganar las hospitalarias costas, sino que también cuantos llegan á ellas empujados por cualquier otra desgracia.

Jamás, jamás en Marianas se ha cerrado la puerta al dolor, ni el consuelo al sufrimiento.

Esto podemos contestar á las páginas de Arago respecto á humanidad; en cuanto á los dicharachos puestos en boca de Petit, le recordaremos, que si hay islas de Saipan, también hay Geronas y Bailenes, y que si creía fácil tomarse la justicia, frente las playas de Marianas, no la encontraron tan fácil sus compatriotas frente los pechos de los zaragozanos.

Mucho, muchísimo más podríamos decir respecto á M.Arago, el cual nos consta por fidedignas autoridades, que en el tiempo que residió en las islas, fué objeto de cuantas deferencias y atenciones se le pudieron ofrecer, á pesar de los escasos recursos de la localidad.

¡La ingratitud siempre frente al beneficio!

Cerremos el libro de Los viajes por su página de Marianas, y si no hemos llegado á convencer de que en Guajan, hay siempre un consuelo y un remedio á toda necesidad, pregunten á los que allí hayan sufrido y ellos contestarán.

Confundamos las páginas del viajero de la Urania, con las de otros compatriotas suyos, y continuemos en la descripción de la isla de Guajan.

CHAPTER 15

CAPÍTULO XV.

La plaza de Agaña. —La iglesia. —El monte de Santa Rosa. —La atalaya. —El reloj de Agaña. —Faro original. —Vida en Marianas. —Casas, huertas, cultivos, ríos. —Vegetación de Oriente. —El árbol del pan, y el dug-dug. —Cageles. —La isla de Pagan. —Riqueza perdida. —Desconocimiento del país. —Reputaciones usurpadas. —En tierra de ciegos.. —Hormigas coloradas y ratas. —Los caballos y las auroras

A poco de pasar el viajero el pequeño puente de madera de Asang, y dejar á su espalda la tajada roca, por cuyo granítico plano vierten los vecinos montes cristalinas aguas, que la previsión del natural detiene en tanques de piedra, se divisan las primeras casas de la ciudad de Agaña, presentando su entrada una espaciosa calle formada en su mayoría de pequeños edificios de tabla y teja, entre los cuales sobresalen algunos de piedra y otros de cogon y palma.

El conjunto de la ciudad que se encuentra enclavada entre los arrecifes de la playa, y el extenso monte de verdura que corre de Norte á Sur, á cuya falda termina la línea de construcción es limpio y alegre.

Siguiendo la igual y espaciosa calle que tiene por continuidad el camino del puerto, se llega á la plaza, en la cual, y tomando á la derecha se encuentran en línea, la casa-administración, el presidio, el llamado palacio, ó sea morada del Gobernador, el parque y los almacenes de la plaza; todos estos edificios son espaciosos y de sólidos materiales.La banda de la izquierda la componen pequeñas casas y edificios en construcción, que según supimos se destinan para Tribunal y Escuela.

El frente de la plaza, siguiendo la dirección que hemos tomado, lo ocupa en primer término la iglesia, el cementerio y la casa parroquial; cerrando el perímetro, el Colegio de San Juan de Letrán, con las escuelas y dependencias.

La plaza de Agaña, compendia la vida de Marianas; el dolor tiene su morada, como lo tiene el poder, la religión y el saber.Allí, la cruz que se alza entre la revuelta maleza que crece en el misterioso mundo de los muertos, recuerda la memoria de pasadas generaciones; las sombrías rejas del presidio, señalan en sus dobles hierros, la satisfacción que da á la tranquilidad individual, la pública vindicta; la campana que á la oración de la tarde, pesadamente dobla sus bronceados ecos, indica en la religión, el más allá que enseña el santo suelo sobre el que se eleva el pardusco torreón, á cuyos cimientos se aquilata la pequeñez de la vida, en la amarga verdad de una tumba que carcome el tiempo, y una cruz que pudren las aguas, únicos y miserables girones de los recuerdos, que cual el sér que cubrieron, bien pronto pasarán al polvo y al olvido.

La iglesia que está contigua al cementerio, es tan modesta como poco espaciosa, la compone tres pequeñas naves, el coro y una tribuna cerrada de reciente construcción.Lo que constituye la dotación del culto externo, mas que pobre, es escaso; la ornamentación es churrigueresca, y el busto estatuario, tanto en líneas, como en expresión y detalles, es detestable.

Contigua á la iglesia, y comunicando con el altar mayor, está la sacristía, en la cual hay un retrato del Padre San Vítores, y otro del lego Bustillos.

Como edificios, no recordamos ningún otro de los enunciados, que merezca la pena de ser citado, pues si bien hay en el cerro de Santa Rosa, y en la entrada del canal, pequeños fuertes, estos, ni por su fábrica, ni por las máquinas que resguardan tienen nada de particular, á no ser el pintoresco y bellísimo paisaje que desde ellos se domina.

En lo que se llama la Atalaya, vigilan cuatro hombres de la dotación el desierto mar, al par que son los encargados de comunicar al pueblo la hora en que vive.

La falta de máquinas supliendo la abundancia de brazos.

El engranaje del reloj de Agaña lo constituye un complicadísimo servicio, y una vigilancia á prueba de segundos

Analicemos la máquina.

El Gobernador de Marianas tiene, es decir, es de presumir tenga reloj, pues si no lo tuviera no hay caso, en la época que estuvimos allí lo había porque lo tenía: dicho reloj daba sus campanadas regulares, llegando difícilmente al oído de un centinela que perennemente está bajo el bronce de la esquila, para que otro minutero viviente, que incesantemente escucha desde la Atalaya, diga al pueblo de Agaña en el bronce de una campana, mayor que la que le da el aviso. Caballeros, según me acaba de decir mi compañero de abajo, son las ocho en el reloj del Gobernador.

Excusamos manifestar los conflictos que pueden originar el día en que el ama de llaves, deje de usar la destinada á la alimentación del reloj municipal

El Gobierno, no solamente da la hora, sino que también la dirección á las bancas y botes.

Y aquí necesitamos dar otra explicación.

Una tarde en que paseaba con mi buen amigo el Padre Ibáñez, por delante de la línea de verdura que se extiende desde el colegio á la administración, observé que el Padre, siempre que pasábamos frente al Gobierno, miraba con detención el hueco del balcón que media el edificio.En una de las vueltas, la impaciencia fué mayor; se paró, y enfadado hasta donde se puede enfadar el buen Padre, exclamó:—¡Caramba con D.Luís, que se empeña en no encender el faro!—Gracias á Dios—exclamé,—que ya he oído algo que corresponda al pomposo título de ciudad que lleva Agaña;—mas al observar que por ningún lado veía torre ni torreón, no pude menos de interrogar al Padre, á fin de que me mostrara dónde estaba situado el aparato.—El aparato—me replicó con tono amargo mi compañero de paseo,—que no es ninguna vulgaridad, está allí;—y me señaló el hueco de la ventana.—No veo nada,—repliqué.—Pues porque no ve V.nada, es por lo que dije que D.Luís no encendía el faro, y el faro, hijo mío, no es más ni menos que un farol que se cuelga en aquella ventana, que como V.ve corresponde con el puerto.

El cigarro que fumaba se me cayó de la mano, y yo no sé cómo no me caí de espaldas. ¡Un faro de cuatro tinsines que viven muriendo tras las telarañas que adornan los vidrios de un farol!

Lo del faro de Agaña y lo del reloj es preciso ponerse serio para que lo crean; pero qué quieren ustedes, la verdad nunca puede ser más que una, y aunque las verdades respecto á Marianas, las que se saben lo son de seis á seis meses en Manila y en Madrid quizás nunca, de aquí la incredulidad que á nuestros lectores despertarán nuestras líneas.

Sigamos describiendo la isla de Guajan.

La población de Agaña ya hemos dicho es espaciosa y limpia; el estar enclavada en terreno arenisco y gozar de las vertientes del monte á cuya falda se asienta, constituyen una de las condiciones que determinan el aseo que en ella predomina; el monte suministra en las aguas que vierte cantidad bastante para ahogar el polvo, no originando sucios charcos el suelo por su esencia arenisca al par que la compacta superficie que lo forma.

En uno de los extremos de la ciudad, pasado el Colegio, hay unos terrenos pantanosos llamados Cienaga, de donde nace un pequeño arroyo que serpentea por la misma playa y del cual se sirven los naturales. Sobre este arroyo hay un sólido puente de piedra que pone en comunicación la playa con el pueblo. Todas las casas de este tienen entre sí una proporcional separación dividida por empalizadas de caña.

Estas empalizadas resguardan árboles arbustos y malezas, y en algunas que el dueño es cuidadoso se ven verdaderos huertos, en que al lado del rústico cenador crece la parra, á cuyo tronco trepan los tallos de las sandías con las que se mezclan las doradas hojas de la piña y las mazorcas del maíz.

La horticultura, tanto en Marianas como en todo el Archipiélago filipino, podría ser mucho más completa de lo que es.Una buena inteligencia combinada con un suelo virgen y una atmósfera impregnada periódicamente y por horas de humedad y calor, no es posible dejara de encontrar en raros productos verdaderas fuentes de riqueza.

En pequeño hemos tenido ocasión de ver más de una vez realizada la verdad que las anteriores líneas encierran, contemplando algunos cuadros convenientemente abonados y preparados, dar resultado gran variedad de semillas de Europa; es verdad que para esto se necesita cuidado y conocimiento; pues es probado que la primera semilla es la que fructifica con todos los caracteres que distinguen sus frutos, los cuales desmerecen visiblemente á medida que las semillas son de frutos ya criados en el país.La sucesión de cosechas y el uso de sus semillas si no se reemplazan, concluyen por matar el producto nativo, sustituyéndolo por otro que ni en sabor, formas, ni dimensiones se le asemeja.

En los cercos de Agaña y en los pueblos limítrofes, como en sus barrios de Anigua, Asang y Tepungang, hemos visto cultivarse algunas hortalizas con buenos resultados.El éxito de la fructificación, sobre todo en pequeñas plantas, es debido sin duda alguna á las magníficas condiciones de su cielo, combinadas con la manera de ser de su suelo.Las alturas de la isla de Guajan, por su aislamiento en medio del Océano, son un punto de atracción al cual afluyen las nubes vertiendo sus aguas los frecuentes chubascos que se forman en aquellas latitudes.La constante al par que pasajera caída de aguas, mezclada con la fuerza de calórico, originan en el suelo un flujo y reflujo de absorciones y emanaciones acuosas, altamente convenientes para la semilla y el tallo.La latente humedad que originan las intermitencias de calórico y agua es sumamente sensible dando las observaciones higrométricas un resultado apenas concebible; humedad que parece imposible no quebrante la salud, lo que se explica únicamente recordando las brisas que refrescan la isla de playa á playa y que moderan la percepción del calórico que marcan los termómetros.La columna del centígrado fluctúa entre los 14 á los 33°, siendo la ordinaria situación la de 22 á 28.

La frecuente caída de aguas tienen en curso una porción de riachuelos que salpican la isla, sobre todo en su parte Sur, que es la más baja.Pueden citarse entre aquellos por la bondad de las aguas que encauzan en un lecho de menuda arena, los nombrados Asang, Margüe, Mazo, Agat, Finili, Talasfac, Bili, Paparguan, Dandan y otros muchos, sobresaliendo entre todos, tanto por la cantidad de agua como por sus permanentes corrientes, los nombrados Tarafofo, Ilic y Pago, los cuales y principalmente el primero merece el nombre de río, pues los demás, atendiendo á su nacimiento y al caudal de sus corrientes, más que ríos son verdaderas vertientes de las cordilleras que accidentan la isla.

De las muchas corrientes de aguas dulces filtradas por las masas de caliza, arena y piedra pomez, elementos que con la greda constituyen el componente del suelo de Guajan, se proveen las necesidades de sus habitantes, los cuales se precaven de las sequías con pozos de estanque, á los cuales se baja por rampas ó escaleras abiertas en la misma materia caliza que forma la base de la isla, según se ve á los pocos golpes de piqueta.

Las hojas que constantemente caen de los árboles forman al mezclarse con la arcilla y la greda el humus, excelente abono, semejante en sus fuertes materias fructificantes al guano de ciertas regiones americanas.

Todo cuanto digamos de la vegetación intertropical será pálido, es preciso verla para comprender su belleza en todo su valor; apropósito de esto, recordaremos lo que ha tiempo decíamos á un amigo querido de la Península.En la vegetación de estas regiones, decíamos, es donde se verifica la alegoría pagana del terrible castigo de Prometeo, ó mejor dicho, donde se admira la magnífica realización de la mitológica fuente Canatos, donde Juno recobraba la virginidad; aquí, añadíamos, la hoja del árbol no cae seca y marchita; aquí se rinde por el tiempo, mas no por falta de lozanía, dejando en su caída, no un tallo seco y mustio, sino una hermosa gemela, heredera de su juventud, de sus brillantes colores, de su pureza y de su jugo.

Esta es la vegetación en el Oriente.

Las masas de hojas que incesantemente arremolinan á su pie la diversidad de árboles, plantas y arbustos, forman en muchos parajes de la isla gran abundancia de humus que se aprovecha convenientemente, por más que se preste á una explotación más viva y positiva que la que se le da en la actualidad.

Sin embargo de las excelencias de la vegetación de Marianas, es de notar la escasez de árboles de grandes proporciones, pudiéndose citar como los únicos susceptibles de dar regulares piezas, el ifil y el palo-maría, figurando en segunda escala el yoga el yagunlago, el fago, el chopag, el puting, el pengua, el balinago y algunos otros, los cuales producen resinas, materias colorantes, cuerdas, aceites, tejidos y hasta mortíferos jugos, que emplean los carolinos para envenenar sus armas.

Los verdaderos árboles de importancia positiva en el día, son la rima y el dug-dug; ambos son de grandes dimensiones, criándose con una prodigalidad y abundancia asombrosa; no requieren gran cuidado, elevándose lo mismo en las grietas de la peña que en los abonados campos del llano.

La fruta de la rima se asemeja al melón, es sana, nutritiva, agradable al paladar y susceptible de larga conservación con solo cocerla y guardarla en lugar seco. A la rima se la conoce con el nombre del árbol del pan, y no se puede dar un calificativo más adecuado y preciso. El fruto del dug-dug es un variante del de la rima, diferenciándose en el tamaño, que es más chico, y en el sabor, en que sobresale el mucho dulce que contienen sus jugos, razón por la que, y por tener la rima materias farináceas mucho más nutritivas que las de aquel, la hacen preferible. Ambos árboles suministran en sus troncos piezas para toda clase de construcciones.

Para completar los productos del suelo, no podemos menos de recordar la variedad de cageles, de los cuales los hay de unas proporciones exorbitantes, siendo dignos de citarse asimismo los algodoneros.De estos últimos se va generalizando su plantación: hemos visto muestras de algodones de Guajan y nos han parecido inmejorables.En la fecha en que escribimos, se espera el resultado de una pequeña exportación de aquel artículo que como prueba se remitió á Barcelona y al Japón.Según datos que hemos podido reunir de colonos del país, pasan de millón y medio de troncos los que hoy existen de algodón, procedentes en su generalidad de semillas importadas de las islas Sandwich; notándose en la plantación de este artículo un aumento notable, puesto que según los estados de la riqueza agrícola de Marianas, hechos el año 1843, por su Gobernador D.Gregorio Santa María, solo había unos 60.000 troncos.

Maíz,palay, mongos, añil, plátanos, piñas, sibucao, abacá, tabaco, resinas, materias colorantes y caña dulce, completan el cuadro de la riqueza de aquellas islas, riqueza que como ya hemos dicho, ni tiene estímulo en su fomento ni en su cultivo, por luchar con los inconvenientes de la distancia, la falta de transacciones y la casi nula exportación, por causa de lo caro del flete y escasez de comunicaciones.

El suelo de Guajan mineralógicamente considerado, presenta poquísima importancia: sin embargo, algunos pozos se han abierto ante la presencia de capas carboníferas de mineral bastante bueno.La explotación minera, aunque desde luego podemos asegurar, sin temor de equivocarnos, teniendo en cuenta la constitución de su suelo que sería casi nula, está circunscrita como todo lo que se refiere á Marianas á ligerísimos ensayos.

Entre la diversidad de animales que se crían en las islas, figura en primer término el venado; el número que de estos se matan al cabo del año, es verdaderamente fabuloso; su carne se aprovecha no solamente en fresco, sino que también, en preparadas salazones, llamadas tapas, de las que se hace mucho consumo.

La vaca, el carabao, la cabra, el jabalí de monte, el casero y el llamado mantequero, abundan bastante en aquellas regiones; habiendo asimismo jabalíes y venados en grandísimo número, en las islas del Norte, principalmente en Agrigan y Saipan, en donde se comprende perfectamente su fomento, teniendo en cuenta lo escaso de la persecución, y los millones de cocos que la falta de beneficio deja en abandono, cayendo de la palma al empuje de otra cosecha, que á su vez caerá como la primera en fuerza de la madurez ó de los fuertes vientos, para servir de alimento á los animales ó para pudrirse con el tiempo y las aguas.

La isla de Pagan creemos podría sujetarse á una productiva especulación, pues son tantísimos los cocales sin beneficio que se crían, que toda la isla es un bosque de aquella palma.

Dicha isla está deshabitada, como todas las demás que se extienden hasta el peñón de las Urracas, y no nos extraña dejen de aprovecharse las magníficas salazones que podrían sacarse de los venados y jabalíes de Saipan, como las miles de pipas de aceite que podrían cosecharse en la de Pagan y el sinnúmero de limones que suministran los bosques de Tinian, puesto que, habrá muy poquísimos mortales que conozcan, no los nombres de aquellas islas, sino siquiera el que existan los expresados centros de riqueza.

Las islas Marianas han sido muy poco visitadas; tanto es así, que un individuo de los más conocedores del Archipiélago, no ha mucho nos aseguraba con gran formalidad, que las formaban tres pequeños islotes.Cuando dicho individuo que se cree una eminencia, y que lleva en el país veinte años, no conoce ni aun el nombre de una de aquellas islas, los demás no están en el caso de saber que hay limones en Tinian, cocos en Pagan, y venados en Saipan.

Cuando hacemos ciertas reflexiones y consideramos algunas eminencias, no podemos menos de recordar una célebre frase de un chispeante escritor: decía este, refiriéndose á un amigo suyo, que el mejor negocio que podía hacerse, sería comprarlo por lo que valía, y luego venderlo por lo que él se creía valer; á ser posible semejante transacción mercantil, la pondríamos en planta en Filipinas, en donde mejor que en parte alguna se habían de encontrar productivas facturas

Sirva de modelo y aunque de escaleras abajo, la siguiente anécdota:

No há muchas noches que mi espíritu observador me llevó á la puerta de un establecimiento de refrescos; tomé asiento, y no bien había saboreado los primeros sorbos de una limonada, escuché el siguiente diálogo que salía de un grupo próximo adonde yo estaba.

—Vamos, D.Juan, ¿cómo van esos ensayos?

—Así, así; quise hacer el Sí de las niñas, pero razones especiales me lo han impedido; después he principiado los ensayos del Don Simón y otras zarzuelitas, para las cuales tengo encargada una caviteña que da la hora.

—Sí, ¿eh?con que una caviteña, dijo uno, y ¿quién es?replicó otro, y por supuesto, que será maestra, añadió un tercero.

—Ya lo creo, dijo el D. Juan ahuecando la voz y haciendo un gesto muy pronunciado, como que gasta botitas, canta villancicos y sabe algún que otro cundiman; verdad es que no es bonita, que no tiene accionado, que no sé si ha trabajado en toda su vida, y que habla muy incorrectamente el español; pero ¡qué demonio! tengo dama, y sobre todo, caballeros, no me lleva como la que se ha ido, cincuenta pesos por función, contentándose solo con veinticinco

No quise oir más, dí una moneda y ni aun esperé el cambio, ¡¡¡Veinticinco pesos por gastar botitas y no hablar español!!! ¡¡¡Veinticinco pesos por noche!!! Lo que no ganaba ese gran genio de la escena, esa colosal figura de las tablas, esa encarnación del pensamiento de Shakespeare y Ventura de la Vega, joya del arte que con su muerte se llevó á la tumba el Sullivan y El hombre de mundo, obras que jamás volverán á interpretarse cual lo hacía Julián Romea.

A la turquesa á que se adaptan las anteriores reflexiones, se relacionan la generalidad de las vivientes hechuras que andan por esas calles de Dios respirando ciencia y saber.

La pícara afición á las digresiones, más de una vez nos lleva fuera de Marianas, bien es cierto que aquellas islas son parte integrante de Filipinas y escribimos á la sombra de las conchas de su capital.

Volvamos á las Marianas.

El suelo de Guajan en relación con el mundo animal, tiene una verdadera especialidad digna de llamar la atención, cual es no ser conocida ninguna clase de culebras; esto da al natural una gran seguridad en la vida de campo, como asimismo hace innecesarias en los que recorren las islas ciertas precauciones propias de los países en que se crían aquellos reptiles.La hormiga colorada y las ratas, en cambio son muy abundantes, siendo verdaderos enemigos de los productos del suelo; á pesar de esto no se crean las extravagancias y exageraciones que respecto á las ratas de Marianas se cuentan, pues la abundancia á que aludimos podrá ser un mal, mas no una calamidad de las proporciones dadas por algunos.

Aquí hemos de hacer una pequeña parada, pues en lo de las ratas sucede lo mismo que con otras muchas cosas de aquellas islas. A nuestra salida para Marianas, gran número de amigos y algunos que no lo son, pues en eso de encargar no hay peligro, por más que uno se reserve la filosofía del tú pitarás del cuento, me pidieron les trajera caballos y auroras; llegue á Guajan, y francamente, creía que los caballos andarían precio de ramal y las auroras á coste de paseo, pero … ¡que si quieres! en toda la isla había solamente dos caballos de los que pedían, y estos traídos á alto precio de América; en cuanto á auroras me dijeron que si esperaba al mes de Julio, es posible, aunque no respondían, que por unos doscientos pesos se podría comprar algún par.

Esto me decían en Marianas; en cambio en Manila se cree todo lo contrario, no solamente respecto á la adquisición de esos bonitos ejemplares de la conchología, llamados en el lenguaje vulgar por su color rosado, auroras [4] sino que también refiriéndose á un sinnúmero de costumbres, cosas y objetos que luego resultan completamente inexactas.

CAPÍTULO XVI.

Reducción de vecindario en las Marianas.—Islas habitadas.—Rota.—Su población.—Promesa religiosa.—Comercio y agricultura.—Antiguas invernadas.

Entre los que no conocen las islas Marianas corren una porción de versiones, que si en otro tiempo fueron apreciables, hoy no lo son bajo ningún aspecto, ni material, ni moral, ni político.

Nosotros, que sin descanso hemos recorrido el pequeño territorio que comprende la isla de Guajan, única que hoy tiene alguna vida, por más que esta sea bien raquítica y efímera; nosotros, que hemos contemplado lo mismo las escasas ondas del Asang, que los panoramas que se desarrollan desde las mesetas de Santa Agueda; nosotros, que los recuerdos de las islas no son tan intensos que nos empujen, ni á la parcialidad exagerando lo que no hay, ni vituperando lo que existe; nosotros, en fin, que la única norma que guía nuestra pluma es la absoluta verdad, vamos á emitir nuestra opinión, opinión que no es hija del capricho, sino legítima conclusión de muchas horas de estudio interrogando cartas, libros y manuscritos.La opinión nuestra, por lo tanto, no es el más ó menos juicioso raciocinio de la apreciación, sino la síntesis de la historia de aquellas regiones.

Al establecimiento de la primera misión nos encontramos con una población que hacen subir á 100.000 almas; hoy, según los últimos datos estadísticos que tenemos á la vista tanto civiles como eclesiásticos, dan el siguiente resultado: Islas habitadas, Guajan, la cual tiene 5.914 almas; Rota, con 352, y Saipan, con 872; advirtiendo, que los habitantes de Rota están haciendo gestiones para trasladarse á Guajan, y los de Saipan en su mayoría son carolinos que los azares de sus guerras y la penuria y miseria los han arrojado de sus islas.Saipan quedará deshabitada tan luego puedan regresar los carolinos al suelo nativo.

Como dato curioso, que habla muy alto acerca de la pobreza en que están sumidos los pocos habitantes de Rota, viniendo á explicar el por qué proyectan, como por último sucederá, el ir á Guajan, podemos citar el siguiente. En el siglo pasado, fué la isla de Rota testigo de una grandísima calamidad, que sumió á todos los habitantes en una profunda consternación. En los libros canónicos de la isla de Rota y garantida por la firma de un virtuoso recoleto, se registra un acta en que se consigna que sobre la isla se desarrolló un horroroso fenómeno marítimo. Los efectos de este fenómeno duraron mucho tiempo, ofreciendo durante el peligro los habitantes de Rota, que constantemente habían de alumbrar á la Virgen cinco luces, promesa que religiosa y puntualmente se ha venido cumpliendo hasta estos últimos años, en que la furia de un tifón redujo á escombros casi todos los edificios, sumiendo en tal miseria á sus habitantes que ni aun la promesa se cumple en el día, viviendo aquellos en su generalidad, gracias á la prodigalidad de un suelo en que se crían árboles como el del pan y raíces farináceas de gran alimento.

La pobreza y aislamiento en que se encuentran Saipan y Rota, serán causa de que en época no muy remota, se unan sus habitantes con los de la capital.

Apenas se concibe cómo islas que contaban 100.000 almas, hayan venido decreciendo hasta hoy, que en un todo, dan el resultado de 7.138.

Respecto á la riqueza de su suelo, ya hemos visto es fértil cual lo es en su generalidad todo aquel que se encuentra situado en zonas intertropicales; mas la riqueza del suelo de Marianas so pena de una transformación radical, imposible de llevar á cabo sin cuantiosos caudales, no es productivo, puesto que atendida la situación de las islas y las distancias que las separan de continentes comerciales, el rendimiento del producto no compensa el gravamen que le impone el gasto de transporte, aparte de las eventualidades de carga y descarga y las consiguientes averías que traen en pos de sí la generalidad de los productos agrícolas; buen ejemplo de esto tenemos en la actualidad, en que una sociedad fomentadora del suelo se constituyó en Agaña, con cuantos elementos son precisos para el desarrollo de una idea mercantil; en ella contaban con dinero, protección, brazos, herramientas, y un suelo virgen como palenque de sus trabajos.Las acciones á precio de 500 pesos se tomaron, la sociedad principió á funcionar y á pesar de la abundancia del producto terruño, el producto metálico en los balances de inspección debió ser negativo, pues á ciencia cierta sabemos solo se han repartido dividendos pasivos entre los accionistas, llegando el desaliento en estos, hasta el punto que hoy no tienen precio las acciones por falta de cotización y por consiguiente de demanda.

Se nos dirá.El suelo es susceptible de dar inmejorables productos.Bien, es cierto, pero no lo es menos, que más cerca, en donde existen comunicaciones y adonde por lo tanto, tan luego se presentara el producto se establecerían transacciones, y en donde la oferta se uniría á la demanda, se ven dilatados terrenos incultos, con los mismos gérmenes de riqueza y de las mismas condiciones productoras que los de Marianas.

El que viene de esas mismas islas y entra en el Estrecho de San Bernardino, verá desde la pequeña peña que le da nombre, hasta el fondeadero de Manila, extensas y dilatadas islas que tienen un suelo tan fértil como el de Marianas y por consiguiente de preferente atención, puesto que la riqueza agrícola es igual y el producto líquido por razón de situación, y siguiendo la comparación ha de ser exorbitante.

La riqueza del suelo de Marianas no la negamos, y la admitiríamos como positiva, si por ejemplo, sus magníficos y abundantes cageles, sus campos de maíz y sus bosques de cocotales estuvieran á pocas leguas de un mercado á que abastecer, lo que no sucede dada la situación del suelo en que aquellos productos fructifican.

Esto respecto al suelo materialmente considerado.

Dicen algunos. ¡Ah! ¡las islas Marianas, magníficas posesiones, de grandísima importancia por las célebres invernadas de los balleneros! A estos, les diremos únicamente que abran el registro del puerto de Guajan y se encontrarán, que en efecto, es cierto tuvieron las islas su apogeo como descanso de esos valientes hijos del mar, y que hubo año que hicieron recalada en los puertos de Guajan, 80 y hasta 100 barcos mayores; pero al volver algunas hojas del registro, progresivamente irán viendo el descenso que desgraciadamente ha sufrido, tanto que el año 1870, solo anclaron ¡cuatro! barcos balleneros, y esos más valía no lo hubieran hecho, pues hoy el ballenero que toma el puerto de San Luís de Apra, participa de pirata y corsario, no yendo á dejar dinero, ni á importar efectos de verdadera riqueza positiva, y sí á extraer el poco numerario en circulación, vendiendo un par de centenares de latas de comestibles y algunas varas de toscas telas.

Se dirá ¿y en qué consiste lo expuesto?Pues es muy sencillo, con una buena carta á la vista del Océano Pacífico que comprenda desde las costas de China hasta el estrecho de Malaca, se deducen las consecuencias de aquella real al par que triste verdad.

Las fabulosas riquezas que esparcieron en los Estados-Unidos, los veneros de oro de los, placeres de California, hicieron que lo que al principio fueron chozas, fueran luego casas, convirtiéndose estas más tarde, en verdaderas calles de palacios, emporios de riqueza y de tráfico, acariciando bien pronto las brisas del Océano Pacífico, ciudades tan ricas y populosas como lo es San Francisco.

Abiertos que fueron en el Pacífico los puertos de las costas de América y del Japón, y estando enclavados aquellos en resguardadas y bien situadas bahías, habiendo en ellos magníficos y bien surtidos almacenes de efectos navales, con que reponer las frecuentes averías que se experimentan en las regiones polares, y sobre todo, representando aquellos puertos fáciles y frecuentes comunicaciones, al par que económicos expendios en las faenas de carga, descarga y almacenaje, claro es, que á ellos habían de ir las naves, abandonando las Marianas, en donde no encontraban las anteriores ventajas.El puerto de Guajan á más de encontrarse á siete millas de la ciudad, es poco seguro por los numerosos bancos madrepóricos que lo salpican por do quier, haciendo peligroso el anclaje y estadías.Encontrándose San Luís de Apra, que es el nombre del puerto, á una distancia tan considerable de la población, y estando el único camino que la pone en comunicación con aquel, constantemente interrumpido por estrechas lengüetas, los tránsitos son difíciles y pesados.Agregado á esto, que no se comprendió á su tiempo el negocio que reportaban las invernadas balleneras, instalando almacenes bien provistos, y que la carencia absoluta de estos originaba la falta de competencia, siendo por lo tanto la consecuencia necesaria que los poquísimos productos se vendieran á precios subidos, puesto que la necesidad por parte del comprador y la escasez por la del tenedor, eran los elementos de aquellas transacciones, que poco á poco habían de dejar de operarse, á medida que fueron abriéndose otros puertos en que al par del abrigo, se encontraban almacenes, tráfico y comunicaciones.

Hoy en Marianas no toca más que algún que otro barco, que lo lleva hasta allí la persecución de la ballena blanca ó sea jorobada, que en sus excursiones de las regiones glaciales suele llevar ese rumbo. De tarde en tarde, toma puerto algún barco que en la travesía de América á China hace arribada, por efecto de avería ó falta de víveres.

Respecto á la importancia de las islas como cuestión política [5] nos extenderemos poco, pues solo con decir que encontrándose situadas lejos de estrechos, cualquier barco puede establecer su demora fuera de sus horizontes, y aun hacer aguadas y tomar puerto, puesto que los tienen en muchas de las islas del Norte que están deshabitadas y en el numeroso grupo que al Sur forma el Archipiélago carolino, en el cual no solamente se encuentran buenos y seguros lugares para el anclaje, sino que también puede recorrerse las islas sin ningún género de temor, pues el carolino á más de ser completamente inofensivo, es muy servicial y brinda al que llega hasta su tosca choza con cuantos recursos dan sus bosques y cuantos servicios están á su alcance.

CAPÍTULO XVII.

Población.—Razas.—La providencia del salvaje.—Los carolinos.—Gastos é ingresos.—Milicias urbanas.—El chamorro.—Sus inclinaciones, su moral, sus trajes y costumbres.—Ilustración.—El Padre Ibáñez y D.Felipe de la Corte.—Cuatro palabras por vía de epílogo.

La actual población de las islas Marianas que como ya hemos dicho se compone de 7.138 almas, distribuídas en Guajan, Rota y Saipan, forman un conjunto de castas y razas dignas de estudio.El indio, propiamente dicho, puede decirse es desconocido, predominando la raza mezclada de chamorro y americano y de español y chamorro, viéndose muy frecuentemente fisonomías muy acentuadas que recuerdan las invernadas de los norte-americanos, los cuales, no solamente plantaron su raza, sino que también sus usos, costumbres y lengua, tanto que el inglés lo entienden casi todos los chamorros.[6] A más de mestizos ingleses, hay algunos de estos últimos casados y establecidos en el país, como también hay portugueses, españoles, filipinos, franceses, japoneses y carolinos.

Esta población tan heterogénea, á decir verdad, no sabríamos cómo vive, á no recordar la prodigalidad del suelo y la abundancia de carne que suministra el sinnúmero de venados que recorren sus bosques; venados, cuya carne, como todo lo demás que representa una necesidad ó una superfluidad, hay que buscarlo en la vecindad, pues allí, á pesar de no haber mercado ni tienda abierta, puede asegurarse que, salvas poquísimas excepciones, todos son comerciantes, vendiendo unos lo que les sobra de sus pacotillas y ranchos, aprovechando la falta de otros.

Respecto á industria, está resumida á algunos ensayos, que luchan con la indolencia del natural y la escasez del numerario.

Alcoholes se destilan, pero tienen que limitarse al consumo de las islas, puesto que la exportación y todas las eventualidades que trae en pos de sí la fabricación al por menor, está fuera de la competencia con la que se adquiere en grande escala y en plazas comerciales.

En la riqueza del suelo predomina, por su variedad y abundancia, el coco.Siempre hemos mirado este árbol como un gran recurso; pero, francamente, hasta que no hemos estudiado de cerca al salvaje, hasta que en nuestra estancia en Marianas no hemos vivido entre las primitivas costumbres del carolino, nunca pudimos comprender las varias y múltiples aplicaciones que tiene el coco, llamándosele, con toda propiedad, la riqueza de la floresta y la providencia del salvaje.

Entre las distintas razas de carolinos que en la actualidad habitan las islas Marianas en completo estado primitivo, nos hemos persuadido que el coco resume la satisfacción de lo necesario y de lo supérfluo, siempre en relación con el estado del que lo consume.En el hueco del fruto, encuentra alimento y bebida; en la cáscara que lo envuelve, herramientas, utensilios de todo uso y objetos de adorno; en la palma que lo embellece, cubiertas para sus casas, cuerdas y tejidos; en el pono que lo sostiene, batangas, pilares y empalizadas; en la savia que le da vida, medicinas, colores, resinas y bebidas espirituosas, y por último, en las materias fibrosas de su bonote, tejidos y cuerdas de gran consistencia.

El coco podría ser la base de la riqueza de Marianas.

Los rendimientos que producen al Estado las islas Marianas en todos sus conceptos ascienden á unas 17.000 pesetas.

Los ingresos que se recaudan en las cajas de propios y arbitrios para atender á las perentorias necesidades locales, ascienden á la suma de 10 á 10.500 pesetas.

Los chamorros no conocen el impuesto del tributo, no sucediendo lo mismo con el servicio personal, que casi en su totalidad es redimible, siendo tal concepto la verdadera cantidad positiva que constituye las cajas comunales.

El chamorro está obligado también á formar parte del batallón de Milicias urbanas al servicio de las islas, cubriendo plazas á medida que vacan.Hemos visto maniobrar dicho batallón, y nos ha llamado la atención lo preciso de sus movimientos, siendo cierta la fama que tienen sus individuos de hábiles tiradores; tanto es así, que con sus imperfectos y primitivos fusiles de chispa, salen al campo confiando tanto en su destreza, que generalmente no llevan más munición que el tiro que contiene el cañón del fusil, siendo muy rara la pieza que se escapa, pasando al alcance del plomo; verdad es que el uso de la caza es constante, dándose un ejemplo de fecundidad asombrosa en los venados, de los cuales se mata al cabo del año una cantidad tan exorbitante que apenas se concibe.

El mantenimiento de las islas Marianas cuesta al Erario doscientas mil ochenta y nueve pesetas, que son distribuídas entre personal y material, servicio de las dos expediciones del correo entre Manila y aquellas islas y demás atenciones. Entre los ingresos y los gastos hay una diferencia de ciento ochenta y tres mil ochenta y nueve pesetas, [7] déficit que, á nuestro juicio, se podría, si no hacerlo desaparecer por completo, nivelando las atenciones con los ingresos, reducirlo considerablemente.

El correo, que se hace por casas particulares y que cuesta al Erario 25.000 pesetas al año, según tipo de contrata, es una cantidad que sería negativa tan luego se estudiaran las primeras necesidades de las islas, que son las comunicaciones.Bajo la garantía de los fondos locales y á plazos más ó menos largos, hay muchas compañías norte-americanas que venderían á las islas Marianas un modesto barco que podría ocuparse, no solamente en el servicio del correo, sino que también tener en comunicación Rota, Saipan y Guajan.

El destino permanente de un barco para aquellas regiones, no solamente es una economía, sino que constituye una imprescindible necesidad, que á todos se les ocurre con decirles que las eventualidades y vicisitudes de aquel suelo, en relación con el resto del mundo, está circunscrito á los cuarenta días que forma en dos épocas del año las estadías del barco-correo, el cual al levar anclas echa la llave á aquella prisión, de la cual están sus moradores incomunicados, cerca de once meses, de los doce del año [8].

Si este trabajo se limitara á un expediente justificativo sobre el asunto que nos ocupa, demostraríamos hasta la evidencia la posibilidad de realizarse la adquisición de la nave sin gravar al Erario, como su mantenimiento con solo emplear una mediana inteligencia en su ocupación y viajes.

Para el pequeño movimiento de caudales que originan las islas, creemos se podrían borrar del presupuesto de gastos los sueldos de administrador é interventor de Hacienda, intervención ó administración que dada su poca entidad podían estar asumidas en una dependencia del Gobierno, el que, por estar ocupado por un Coronel, cuando por su importancia debía ser lo más de Capitán, origina los consiguientes gastos de Ayudante mayor, y cuantas cargas traen en pos de sí Gobiernos que se conceptúan de primera clase.

La ciudad de Agaña está clasificada como plaza fuerte, originándose con esto gastos de personal y material que podrían reducirse, sin quitar á aquella población las prerrogativas de corresponder á los saludos que las escasísimas banderas extranjeras pudieran hacer al ponerse á la vista de la que ondea en el pequeño fuerte de Agaña [9].

No siendo, como no lo es, plaza fuerte, por más que así se denomine, puesto que solo atestigua su arrogante calificativo débiles muros que resguardan escasas máquinas de guerra, que la más perfecta no corresponde á la más imperfecta de las que marchan en la línea de los grandes adelantos, no creemos precisos los gastos y atenciones que tal nombre origina, y una dotación insignificante y una asignación de unas cuantas libras de pólvora por conceptos de salvas para el caso improbable de visitar aquellos mares un barco de guerra, harían lo mismo que acontece en la actualidad con parque, dotación y almacenes, con las ventajas de la reducción del presupuesto.

Por algunos se nos dirá: todo lo que tienda á reducir personal y material de guerra, es una imprudencia en un siglo en que todos los pueblos tienden al aumento de hombres y perfeccionamiento de armas.Esto sería cierto, y el temor sería fundado, si la isla de Guajan constituyera por condiciones de situación un punto avanzado ó una atalaya estratégica, que en el bronce de sus cañones residiera el comprimir deteniendo, y en las plataformas de sus fuertes el comprimir avisando, dando con su campana de rebato la señal de peligro, ó en el estruendo del cañón la voz de alarma, previsores alertas, cuyos ecos, dada la situación de Guajan no tendría otra contestación que el mugir de las olas que se deshacen en los senos madrepóricos de caliza y coral, y el rebramar de los duros Nordestes que reinan en aquellas regiones.

Como cuestión de anclaje, por razón de avería, descanso ó punto avanzado, tampoco sería un obstáculo Guajan, puesto que al Norte y al Sur tienen escuadras enteras, puertos seguros pertenecientes á islas deshabitadas, en las cuales no solamente podrían descansar y aguardar consignas, sino que reponer averías, refrescar aguadas y hacer víveres en la gran abundancia de puercos de monte, cageles, venados, cocos y otros productos que hay en la cordillera de islas que corren al Norte de Guaján en un trayecto de más de 10º y las que hay al Sur formando las Carolinas.

En el presupuesto eclesiástico también cabe su reducción, pues si no estamos equivocados, son cinco los sacerdotes que hay solamente en la isla de Guaján, la cual á más de su poquísima extensión solo contiene, como ya dijimos, una población de 7.138 almas, contando rancherías de carolinos, que viven en sus costumbres, usos y religión.

Con las economías que dejamos apuntadas, cuya realización demostraríamos más detalladamente, si necesario fuere, con la creación de un mercado público en que la pública licitación señalara las transacciones, y con ellas, los rendimientos de patentes que hoy apenas existen por el contrabandeo que envuelve toda mercancía que se expende no á puerta de calle, sino al sigilo del hogar y ventanas adentro; con la imposición del tributo, y sobre todo con facilitar de algún modo las comunicaciones, bien por un barco que se adquiriera en las condiciones que dejarnos dicho, ó en otras, bien porque lo diera el Estado, ó bien porque se facultara á que se hiciera en las islas Marianas, puesto que elementos materiales y periciales hay en ellas, estamos seguros que si no desaparecían en todo, lo haría en gran parte el déficit que hoy resulta para nivelar los ingresos con los gastos; siendo estos los únicos medios de que las islas se contengan un poco en el grandísimo decaimiento en que hoy están sumidas, principalmente por la casi nulidad de comunicaciones, base de todo aumento, y principio necesario para el movimiento, riqueza y desenvolvimiento de los pueblos.

El chamorro en su generalidad es indolente, cualidad predominante en todo pueblo en que las necesidades que le son conocidas son tan pocas como fáciles de cubrir. Con alargar la mano tienen la rima, y con socavar un poco la tierra con el fociño, raíces farináceas tan nutritivas como sanas. Con estos dos agentes atienden á las primeras necesidades, completando aquellas otras que se rozan con el pudor ó la vanidad, con unas cuantas varas de pintadas telas que adquieren á un subido precio y con las cuales cubren y adornan sus cuerpos. El traje de la chamorra y del chamorro varía poco del que usan los indígenas en Filipinas, si embargo de que son menos lujosos, advirtiéndose la carencia del tapis en la mujer, que acostumbra á llevar saya suelta, sujetando la camisa y candonga en la cintura; la chinela también varía, pues que la llevan cerrada por el talón. Una especie de chambra de cortas y anchas mangas, el relicario, un rosario y el pañuelo completan el traje.

La superfluidad en el vestir es muy parca en Marianas; allí el lujo y la moda son divinidades á las cuales ni se les rinde culto, ni se les queman inciensos, circunscribiéndose tanto el hombre como la mujer á usar prendas tan sencillas como escasas en número.

El chamorro es de genio afable, predominando algo el recuerdo del orgullo de sus antepasados; es honrado como pocos pueblos, y tan sufrido en lo que cree justo, como díscolo en lo que no lo cree; es de tesón y poco olvidadizo.

La ilustración en las islas Marianas, con relación á pueblos de sus mismas condiciones, está á una grandísima altura, pudiéndose asegurar que un 80 á 90 por 100 de población sabe leer y escribir.

Esto merece una explicación.

Ya hemos visto cómo el jesuíta Diego San Vítores, una vez instalado en las islas de los Ladrones, logró excitar el celo y caridad de Doña Mariana de Austria, bien por cartas, ó bien por elocuentes frases del Padre Nitarht; siendo lo cierto que consiguió de aquella reina el título de ciudad para el pueblo de Agaña, y una donación de 3.000 pesos anuales para al establecimiento de un colegio y escuelas que atendieran á la cultura de los habitantes de aquellas islas, que hoy llevan su nombre, el cual le fué puesto por estos y otros beneficios que aquellas recibieron de la esposa de D. Felipe IV. Merced á tan piadosa institución que hoy tiene cuantiosos fondos y se la conoce por San Juan de Letrán, se ha construido un espacioso colegio en Agaña y escuelas en todos los barrios, cuidando los encargados de las cabecerías que ningún niño ó niña deje de concurrir á aquellos modestos templos de enseñanza.

La instrucción en Marianas se puede conceptuar por lo tanto como obligatoria.

Al llegar aquí seríamos poco imparciales, pecando de sobrado olvidadizos, si no nos detuviéramos un momento á consagrar un recuerdo á uno de esos infatigables soldados de la fe, á uno de esos seres que hacen abnegación de su vida, consagrándola á la de los demás, secando la lágrima del que arrastra su existencia por el frío arenal de la desgracia, remediando todo mal y proporcionando todo bien; el sér á que nos referimos es el vicario foráneo, al par que director de la instrucción en Marianas, Fray Aniceto Ibáñez.

Ningún elogio podemos hacer mejor de este Padre que decir lleva encerrado en aquella peña madrepórica veinte años.El que ha estado en Marianas es el único que puede comprender en toda su extensión lo que significa esa existencia de veinte años.

Al celo infatigable del Padre Ibáñez y á la protección que siempre dispensó á la instrucción D.Felipe de la Corte, Gobernador que fué de aquellas islas, las cuales eternamente le recordarán con gratitud, se debe el que sin temor de equivocarnos digamos que hay un 90 por 100 de sus habitantes que están impuestos en los primeros elementos del saber.

Aquí hacemos punto en este modesto trabajo que probablemente vendrá á ser el prólogo de otro más extenso que nos proponemos publicar.Mucho, muchísimo hay que hacer en Filipinas y mucho falta por decir de aquella riquísima colonia susceptible á dar cuantiosos caudales.Haga Dios que este pobre trabajo despierte en otras inteligencias la afición á escribir.Mucho campo tiene para ello el Archipiélago bajo cualquier tema que se le mire.La leyenda, la historia y las costumbres son minas inagotables que constantemente se presentan en el camino del observador.

FIN

NOTAS

[1] Este libro se escribió en Manila en 1871, haciéndose su primera edición en 1872.—(N.del A.)

[2] Dicha exposición se verificó el año 1866 y de ella publicó el autor de este libro una extensa Memoria.

[3] Repetimos que la primera edición de este libro se hizo el año 1873.No pocas cosas de lo propuesto en este capítulo se han puesto en práctica en Filipinas de entonces acá.

Nos hemos decidido á publicar esta segunda edición sin correcciones ni enmiendas, por la circunstancia de que esta obra es casi desconocida en España, en el hecho de que la primera edición se agotó completamente en Filipinas á poco de publicarse. Lo mismo sucedió con la de Manila á Tayabas, recientemente reimpresa.N.del A

[4] Los cuatro ejemplares que el autor de este libro presenta en la Exposición de Filipinas, los adquirió á fuerza de mucho tiempo, dinero y paciencia.La rareza de estos ejemplares está comprobada con la escasez que de ellos hay.Proceden de las islas Carolinas.Un magalaje ó Jefe carolino que conocí en Marianas, por ningún precio quería venderme dos auroras que poseía, y si las llegué á adquirir fué merced de la gran curiosidad que despertó al Jefe carolino, mi reloj remontoir que tuve que darle en cambio.—(N del A.)

[5] Téngase en cuenta la fecha en que se hizo la primera edición de este libro.Entonces no se había concebido el gigantesco proyecto del canal de Panamá.Una vez que este se abra, la importancia de las Marianas, Carolinas y Palaos, será grande si se sabe aprovechar la situación que aquellas islas ocupan en el Gran Pacífico.—(N.del A.)

[6] Buena prueba de esto se encuentra en el personal filipino que habita en el recinto de la Exposición.(N.del A.)

[7] Hoy los gastos son muchísimo mayores.(N.del A.)

[8] Esta situación la han modificado la serie de sucesos que han ocurrido en el mar Pacífico, y que han motivado la ocupación real y efectiva de Palaos y Carolinas.Esto ha originado la creación de estaciones navales, estableciéndose frecuentes comunicaciones con aquellos Archipiélagos.

[9] En atención á la verdadera fiebre que se ha apoderado de todas las naciones por poseer colonias, hoy creemos que en vez de disminuir la importancia de aquellas islas, hay que darles toda la que compatible sea con nuestros presupuestos.—(N.del A.)